BANE: PRECUELA

Bane: Precuela

 

Bane sujetó la copa de champán mientras cruzaba su condominio. Empujando a sus amigos, que se comían a besos en el pasillo, continuó hacia el baño. Era una noche de celebración y después de dos chupitos de tequila en grupo y tres copas de espumoso, necesitaba ir al baño más que un caballo de carreras.

Giró el pomo de la puerta y entró al baño.

—Ay, lo siento —dijo al encontrar a Faiden en el lavabo.

—Nah, entra —respondió Faiden arreglándose el pelo en el espejo.

Bane se paró momentáneamente sorprendido. Bane no había invitado a Faiden a su fiesta. Sin duda, quería que estuviera allí, pero Bane solo había visto a Faiden por el campus.

Había llevado a Bane medio semestre descubrir el nombre de Faiden y otro año antes de que interactuasen en absoluto. Ahora Faiden era un senior mientras Bane era un junior y allí estaba Faiden en el condominio de Bane.

—¿Tenías que usar el baño? —preguntó Faiden, sin moverse del espejo.

—Sí, necesito ir.

—Pues no dejes que te detenga.

El corazón de Bane latía a mil mientras entraba y cerraba la puerta. Era algo pequeño, pero había algo erótico en la idea de sacarse el miembro en la misma habitación que Faiden. Bane se sintió inmediatamente cohibido y rezó porque todo saldría de la manera más impresionante. No obstante, Bane no tenía que preocuparse, realmente tenía que ir.

—Felicidades —dijo Faiden cuando Bane se unió a él en el lavabo.

—Gracias —respondió Bane, preguntándose quién le habría contado.

—¿Cuánto es tu fideicomiso?

Bane se preguntó si debía o no decirlo. Apenas lo conocía. Pero Bane quería que Faiden lo cogiera cariño y era una cifra impresionante.

—Cinco millones —afirmó Bane, observando la reacción en el rostro de Faiden.

—Bueno. No puedo esperar a que se abra mi fideicomiso.

—¿Cuándo lo recibes?

—A los veinticinco.

—Vaya —lamentó Bane.

—Sí. Son treinta millones, así que supongo que el viejo pensó que los veintiuno serían demasiado pronto. ¿Tus padres arreglaron el tuyo, verdad?

—Sí.

—Suertudo. Yo tengo que lidiar con el viejo y su mentalidad anticuada. Pero tú ya eres libre, ¿no?

—Bueno, me queda el resto de este semestre y luego otro año. Pero después de eso soy libre.

—¿Por qué? Tienes tu dinero. Eres libre de hacer lo que quieras.

—¿Estás de broma? Si dejara la universidad antes de graduarme, mis padres me desheredarían.

—Pero ¿qué importa? Tienes cinco millones de dólares. ¿Sabes la vida que podrías tener con cinco millones de dólares?

—Creo que sobreestimas cuánto son cinco millones de dólares —replicó Bane.

—Y creo que subestimas la cantidad de diversión que podrían tener dos chicos sin gastar un céntimo.

Bane sintió un cosquilleo en el pene. Durante mucho tiempo, Bane había sentido una atracción inexplicable hacia los hombres. Claro, también se sentía atraído por las mujeres. Pero un chico atractivo tenía una forma de excitarlo y hacerle perder la compostura. Faiden era el chico más atractivo que Bane había visto nunca, y Bane estaba bastante seguro de que Faiden estaba coqueteando con él.

—¿No sería increíble si nos escapáramos ahora mismo? Podríamos recorrer el mundo. Podríamos usar tu fideicomiso ahora y luego, cuando se abra el mío dentro de cuatro años, podría hacerme cargo a partir de ahí. Podríamos vivir como príncipes.

Faiden extendió la mano y tocó el pelo ondulado hasta los hombros de Bane. La sensación hizo que el pene de Bane saltara. Apenas podía creer lo que estaba sucediendo. Sin retirarse ni disuadir lo que Faiden estaba haciendo, Bane respondió.

—Apenas me conoces. Apenas hemos hablado antes de ahora.

Faiden lo miró a los ojos y le regaló una sonrisa cómplice.

—Tu nombre es Bane Vanderbilt, único hijo de Scott y Louise Vanderbilt. Creciste en Martha’s Vineyard. En el primer año, viviste en el Barrowman Hall y en el segundo, dejaste a tu compañero de habitación y alquilaste este lugar.

—Durante un tiempo, saliste con Mimi Carlson, pero sospecho que se separaron porque te aburriste de ella. De hecho, diría que te aburres de todos en esta fiesta. Tu alma muere un poco cada día que tienes que despertarte y arrastrarte hasta la clase. Y te mueres por dentro cada vez que tienes que hacer conversación con cualquiera de los robots sin visiones detrás de esa puerta.

—Bane, los dos sabemos que no naciste para vivir así. Estabas destinado a ser libre. Estabas destinado a recorrer el mundo y degustarlo como un buen habano.

Bane miró a Faiden sorprendido. Tenía razón en todo. Bane usaba, lo que la gente llamaba “la sonrisa pícara”, como una máscara para esconder la muerte lenta que sentía por dentro.

—¿Cómo sabías todo eso? —preguntó Bane, completamente desconcertado.

—Porque un chico que se ve como tú tiene una forma de capturar mi atención. Y tú, Bane, has capturado mi atención. La has tenido durante mucho tiempo.

Bane estaba listo para derretirse. Su pene estaba durísimo, luchando por salir.

—Salgamos de aquí —sugirió Faiden.

—Es mi fiesta —le recordó Bane con una risita nerviosa.

—No me refiero a salir de esta fiesta. Me refiero a salir de la vida que ambos estamos fingiendo vivir. Vamos a irnos y ser los hombres que nacimos para ser. Somos príncipes. Vamos a vivir como reyes.

Bane se quedó sin aliento mirando a Faiden. Las palabras de Faiden habían despertado algo dentro de él que ya no podía silenciar. Faiden había clavado su anzuelo en él y Bane ya no podía escapar.

Pero Bane no quería escapar. Ansiaba desesperadamente huir con Faiden. Quería lo que Faiden le ofrecía. Quería ser libre.