EL ALFA Y LA MUJER LOBA CURVY

Prefacio

Hil

 

¡Lo logré! No puedo creer que funcionó. Aunque se suponía que tuviéramos guardaespaldas las 24 horas, convencí a mi padre de que mi hermano nos llevará a mi mejor amiga, Dillon, y a mí, a la feria. Sería de noche… y sin supervisión.

Cuando llegamos, Dillon y yo pedimos ir a la casa de los espejos. Remy, que no quería estar allí en absoluto, accedió después de que le insistimos un poco. Y una vez que estuvimos dentro, Dillon distrajo a Remy mientras yo buscaba la salida y me escapaba.

Fue como un milagro. Me sentía prácticamente una espía de película. O Verónica de Riverdale. Pero, aunque estaba muy emocionada al estar libre por primera vez en mucho tiempo, eso fue solo el comienzo.

Había pasado los últimos días planeando todo y convenciendo a Dillon de que me ayudara porque tenía que encontrarme con alguien. Esto va a sonar a cliché, o lo que sea, pero creo que he conocido al chico con el que voy a pasar el resto de mi vida. Dice que somos mates predestinados y yo le creo.

Sé lo que todos van a decir cuando se los cuente. “Hil, ¿qué haces prestándole atención a un chico que conociste en internet? Tienes 14, no 8. Dillon ya me dio ese discurso. Pero no es así. Y no soy una idiota.

Lo conocí en un foro en la dark web. Suena ominoso, pero no lo es. Es solo una versión de internet que es un poco más privada. Y cuando tienes secretos, como yo, y como toda mi familia, es la mejor opción.

Por ejemplo, no puedes tener un grupo de chat para cambiantes en Tumblr. Me retracto. He visto uno en esa red social. Pero todos los que participan solo aspiran a ser cambiaformas. Hay una chica cuyo padre la convirtió en una loba cambiante desde que nació. Y ella es prácticamente la persona más famosa.

Todo el mundo quiere ser como ella. A todos les gusta creer que, si se esfuerzan lo suficiente, pueden convertirse en lobos cuando se enojan. Es un gran meme.

Siendo una cambiaforma real, o al menos la hija de un lobo, lo encuentro muy molesto. ¿No es eso apropiación cultural o algo así? O podría serlo cuando pueda convertirme.

Mi padre dice que soy tardía. Los dos, Remy y yo. Especialmente Remy porque tiene 17 años y aún no se ha convertido. Mi padre dice que es porque mi madre era humana. Le preocupa que se haya saltado una generación.

Es por eso que estaba en foros en la dark web. Quería hablar con cambiaformas de mi edad que supieran más sobre estas cosas. Fue entonces cuando conocí a Edwin. Y, sí, realmente es un chico de 16 años y no un freak. Incluso intercambiamos fotos.

Y le tomó un tiempo convencerme de que le enviara una. No soy fan de sacarme fotos. Todas me hacen ver gorda. Probablemente porque lo soy. Pero cuando finalmente le envié una, me dijo que era perfecta.

Obviamente no lo soy. Lo sé. Pero la cosa es que me lo seguía diciendo.

“Hil, eres perfecta. Hil, eres perfecta”.

Cuando escuchas eso muchas veces, empiezas a creerlo. O, al menos, te convences de que él realmente lo cree.

Sin embargo, hay algunos problemas. El primero es que nunca me ha visto en persona. Es mejor que creas que elegí todos los ángulos que ocultan mi papada y la barriga que sobresale de mi busto. Entonces, ¿qué va a decir cuando me vea en persona?

¿Conoces ese sentimiento cuando deseas tanto creer en algo que, si no fuera verdad, te mataría? Bueno, ¿y si Edwin me ve y se ríe de mí? ¿O vomita o algo así? No podría soportarlo. Puede que parezca ruda por escabullirme como una ninja, pero no lo soy.

Soy rechoncha y rara y, si no fuera por Dillon, no tendría amigos. No soy exactamente un modelo de confianza en una misma. Entonces, cuando conoces a alguien como Edwin y te dice las cosas que él me dijo, realmente deseas que sea verdad. Deseas que al menos una persona en el mundo piense que eres perfecta exactamente como eres, con papada y todo. Y si Edwin es ese chico, entonces haré lo que sea necesario para estar con él.

El segundo problema es un poco más complicado. Le dije que puedo convertirme. Él me contó que ha estado convirtiéndose durante años. Incluso me ha enviado una foto de su lobo. Cuando me pidió que le mandara una foto mía, usé una de internet y le dije que era de unas vacaciones familiares en Yellowstone.

No sé por qué le mentí. Vale, eso es mentira. Sé exactamente por qué le mentí. Hizo un gran alboroto cuando le dije que podía convertirme. No sabía si le seguiría gustando cuando se enterara de que no podía.

Tuve que mentirle, ¿no? Y ahora que estoy a minutos de conocerlo en persona por primera vez, me pregunto qué tan grave fue mi error. No hay forma de que él crea que soy perfecta cuando de verdad me vea, ¿cierto?

Es decir, quiero que lo crea. Seamos realistas, me dolería mucho si todo esto fuera una gran broma y él ni siquiera apareciera. No sé si podría soportarlo. De solo pensarlo, estoy llorando.

Oh, Dios, todo esto es una gran broma, ¿no? Y yo caí. ¡Soy la estúpida gorda que se enamoró!

Cuanto más me acercaba al sitio donde me dijo que me encontraría con él, más sentía mis piernas como gelatina. Me estaba desmoronando. La verdad se estaba haciendo evidente. Solo era una triste idiota que se había enamorado del primer tipo que le dijo algo amable. Era la crédula, patética, perdedora a quien nadie amaría y de quien todos se burlarán siempre.

Yo…

—¡Hil! —escuché, y me arrebató del abismo.

No reconocí la voz. Me di la vuelta para ver de dónde provenía, y lo vi. Era Edwin. Cuando lo reconocí, cada célula de mi cuerpo se estremeció. Apareció. No era una broma. Era real.

Traté de no llorar. Fallé. ¿Fue por el estrés que me causó todo? Tal vez. Me sentí muy aliviada. Solo había otra cosa que quería, que necesitaba. Era escucharlo decir las palabras que decía cada vez que hablábamos en línea.

—Eres perfecta —dijo llenándome un vacío que no sabía que tenía.

—¿Edwin? —pregunté secándome las lágrimas de los ojos y tratando de actuar normal.

Se parecía a sus fotos. Era todo lo que había dicho que era. Pero ¿quiénes eran las personas que llegaron con él?

—Sí —dijo con una sonrisa—. Me alegro de que hayas venido.

—¿Cómo no iba a hacerlo? Me lo pediste —dije recordándole cómo casi había insistido en ello.

—Sí. Es algo importante.

—¿Importante?

—Sí, porque esta podría ser la última oportunidad que tengamos.

Lo miré confundida. Mis ojos se dirigieron a los chicos de mal aspecto parados detrás de él.

—¿Qué está sucediendo? —pregunté con una sensación incómoda.

—Oh. Estos son mis amigos. Nosotros, eh, necesitamos que nos ayudes con algo.

Definitivamente estaba recibiendo una vibra de él que no había captado cuando hablábamos en línea. Tenía una energía nerviosa. No creo que tuviera que ver conmigo.

—Pensé que me habías invitado a una cita.

Sus amigos se rieron. ¿Por qué era gracioso? ¿Qué estaba pasando?

—Sí, definitivamente —dijo Edwin llamando mi atención—. Es solo que necesitamos que nos ayudes con algo primero. Después podríamos ir a tomar un helado o algo. ¿Te parece bien?

No me gustaba a dónde estaba yendo todo, pero no sabía bien por qué. Había aparecido tal como había dicho. Me vio en persona y todavía pensaba que yo era perfecta. Incluso estaba hablando de tomar un helado juntos.

Eso era todo lo que deseaba, ¿verdad? Todo lo que tenía que hacer era ayudarlos con algo antes de irnos. Eso no es tan raro, ¿verdad?

—¿Con qué necesitas ayuda?

Edwin se dio la vuelta y miró a sus amigos con una emoción frenética. Llevando hacia atrás su mata de cabello negro, enderezó su cuerpo larguirucho y enfocó sus ojos poseídos en mí. Un escalofrío me recorrió el pescuezo.

—Necesitamos hablar con alguien. Y no creemos que acepte si pregunta uno de nosotros —dijo señalando a sus cuatro amigos impresentables.

—¿De qué quieres hablar con ellos?

—Solo queremos charlar. Nada loco. También es una cambiaforma. Queremos hablar justo sobre eso.

—¿Quieres decir que deseas pedirle que se unan a tu manada?

Edwin miró a sus amigos y se rio.

—Algo así —dijo volviéndose hacia mí.

—¿Cómo se supone que voy a convencerla de que venga a hablar contigo?

—No sé. Ambas son cambiaformas. Tal vez podrías convertirte frente a ella para que sepa lo que eres y después puedas llevarla a donde estamos.

—¿Dónde vas a estar? —pregunté teniendo un mal presentimiento sobre todo.

—¿Ves esos árboles de allí? —dijo señalando un matorral más espeso dentro de Central Park—. Estaremos esperando allí.

—¿De qué tienes que hablar con esta chica? —pregunté sintiendo una ola de miedo.

—No te preocupes por eso. Solo haz que ella venga. Después iremos a tomar un helado. Todavía quieres ir a tomar un helado, ¿verdad?

—Sí —dije deseándolo con desesperación.

—Entonces, ocúpate de esto y eso es lo que haremos —dijo ofreciéndome una sonrisa.

Volví a mirar la manada de Edwin. Los únicos cambiaformas que conocía eran mi padre y los hombres que trabajaban para él. Todos eran peligrosos. ¿Era eso lo que implicaba ser un lobo? ¿Era el precio que tenías que pagar para entrar en ese mundo?

Miré a Edwin de nuevo. Él no era el chico más guapo que había visto, pero yo tampoco era la chica más guapa. Lo único que importaba era que le gustaba. Dijo que éramos mates predestinados. Quería que fuera verdad. Y la única forma de que pasara era haciendo lo que me pedía mi alfa. Si no lo hacía, iba a perder a Edwin.

—¿Quién es la chica a la que quieres que convenza?

Edwin explotó en una sonrisa enloquecida. Se dio la vuelta y me señaló a lo lejos a una persona sentada sola en un banco. Tan pequeña como era, la sudadera con capucha negra que vestía la hacía apenas visible en la oscuridad.

—Solo quieres hablar con ella, ¿verdad?

—Sí. Solo hablar —confirmó Edwin.

—Entonces, ¿después podríamos ir a tomar un helado?

—Cualquier sabor que quieras —dijo con entusiasmo.

—Lo haré —dije ya sin estar segura de nada y mucho menos de lo que estaba haciendo.

Edwin y sus amigos se rieron como hienas. Fue desconcertante.

—Vale. Estaremos allí esperándote. Sabía que eras perfecta —dijo de nuevo.

Cuando se dirigieron a los árboles, fui hacia el banco. No podía creer lo que estaba haciendo. Sin embargo, Edwin había dicho que ella era una loba cambiante, ¿verdad? Si él le iba a pedir que se uniera a su manada, tal vez sería bueno para todos. Porque si yo saliera con Edwin y ella también formara parte, podríamos ser amigas. No había conocido a una mujer cambiaforma de mi edad.

Cuando me acerqué, la persona en el banco no se dio la vuelta. No había sido muy silenciosa. Definitivamente me había escuchado venir. Pero no fue hasta que me senté que se volvió hacia mí.

Mirándola a los ojos, mi corazón se detuvo. No podía respirar. Sabía quién era. Edwin tenía razón. Era una cambiaforma. Era la cambiaforma más famosa del mundo. Y entre los cambiaformas, era la más odiada.

Miré hacia adelante tan pronto como hicimos contacto visual. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué debía hacer?

—No muerdo —dijo la chica de voz suave.

—Sí, eh, lo sé —dije buscando mis palabras a tientas.

Pude sentirla mirándome fijamente por un segundo antes de que levantara para alejarse.

—Lo siento, ¿fui grosera? —dije tratando de que se quedara.

—No, está bien. Estoy acostumbrada.

—No quise ser grosera —dije.

—Nadie quiere serlo —dijo mirando hacia abajo pero sin marcharse.

—Entonces, ¿recibes esta reacción mucho?

—Todos los días de mi vida.

—¿Es porque eres una cambiaforma?

—Porque soy una cambiaforma. Porque la gente piensa que estoy mintiendo. Elige tu opción.

—Te creo. Me refiero a lo de que puedes convertirte.

—Bien por ti.

—Incluso podría conocer a otros cambiaformas.

Fue entonces cuando levantó la vista y se volvió hacia mí. Mirándome, se quedó en silencio. ¿Por qué no decía nada? ¿No me creía? ¿Era otra cosa que le decían mucho?

—Soy una cambiaformas —dije—. Quiero decir, todavía no. Pero probablemente lo sea.

—Correcto —dijo dudando de mí pero no muy segura.

—Estoy diciendo la verdad. Y somos muchos los cambiantes —dije diciendo algo que no se suponía que dijera nunca.

—¿Muchos cambiaformas?

—¡Sí! Sé que crees que eres la única, pero no lo eres.

Bajé la cabeza sintiendo el peso de lo que estaba a punto de hacer. Me dolía el corazón. No estaba segura de por qué.

—¿Te gustaría conocer a algunos de ellos?

—¿Conocer a otros cambiaformas? —preguntó con más sospecha.

—Sí. Ellos no son como yo. Pueden convertirse. Al menos uno de ellos puede.

—Claro —dijo mirándome fijamente.

—Están allí —dije señalando el sitio donde estaban esperando Edwin y sus amigos.

Se volvió hacia los árboles.

—¿Ellos están allí?

—Sí.

—¿Por qué están en los árboles?

—No sé. ¿Cosas de cambiaformas?

—Puedo notar cuando la gente miente. ¿Sabes por qué? Todos los cambiantes pueden notarlo.

Me quedé helada. ¿De qué estaba hablando? Si eso fuera cierto, mi padre nunca me habría dejado salir esta noche. Toda mi vida habría sido diferente. Y estaba el asunto de que ella pensaba que era “la única de su tipo”. Decidí seguirle el juego.

—Entonces sabes que estoy diciendo la verdad. Tengo amigos cambiaformas y me pidieron que te pregunte si quieres conocerlos.

Eso era lo suficientemente verdad en caso de que realmente pudiera darse cuenta cuando alguien le estaba mintiendo.

Se quedó mirándome. Estaba pensando que iba a tener que idear otro plan cuando dijo:

—Vale.

Me detuve sorprendida. No podía creerlo. Había funcionado. Nunca pensé que lo lograría.

—Entonces, deberías seguirme —dije levantándome.

—Vale.

Sin decir una palabra, comencé a caminar hacia los árboles. Ella me siguió.

Todo lo que estaba pasando era una locura. ¿Cómo había funcionado? ¿Quién más podría convencer a una extraña de que la siguiera al bosque por la noche? Edwin tenía razón. Yo era perfecta.

Pensé en eso. “Era perfecta”. Eso es lo que siempre decía. “Perfecta”. ¿Era eso lo que quería decir? ¿Era perfecta para convencer a una extraña de que me siguiera al bosque?

¡Espera! ¿Ese era su plan? ¿Era parte de algún plan? Sí, lo era.

¿Por qué dijo que quería hablar con ella? ¿Era para que se uniera a su manada? ¿Él lo había sugerido o lo había hecho yo?

La chica que me seguía era la cambiaforma viva más odiada. Que su historia se hiciera pública hizo que la vida de todos los cambiaformas fuera más difícil. Los cambiantes la querían muerta, y no solo los lobos. Incluso mi padre había sugerido cosas.

La única razón por la que todavía estaba viva era porque no había un cambiaforma lo suficientemente estúpido como para intentar matar a una figura tan pública.

Oh, ¡mierda!

—¡Tienes que irte de aquí! —dije girándome hacia ella.

—¿Qué? —preguntó ella sorprendida.

—Tienes que correr. No es seguro que estés aquí. ¡Vete de aquí! ¡Rápido!

No tuve que decirlo dos veces. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y se echó a correr. La vi irse. ¿Qué acababa de hacer? ¿Qué estuve a punto de hacer?

El terror me atravesó mientras consideraba qué hacer a continuación. ¿Debería correr? ¿No sería eso lo más inteligente? ¿Y si no qué?

¿No era posible que a Edwin no le importara que arruinara sus planes? ¿No había una posibilidad de que realmente le gustara? La posibilidad parecía tan remota que tendría que ser una tonta para arriesgarme. Pero ¿no había todavía una oportunidad?

No estaba tan desesperada como para hacer la cosa más tonta del mundo, ¿verdad? No le gustaba. Me había usado para tratar de matar a alguien. Lo sabía. Entonces, ¿por qué estaba caminando hacia los árboles?

Es porque necesitaba que alguien me dijera que valía algo. Solo necesitaba gustarle a alguien. Deseaba mucho gustarle a él.

—¡Maldita perra! —gritó Edwin cuando entré en las sombras.

Se paró frente a mí sin su camisa y sus cuatro amigos lo rodearon en ropa interior.

—¿Por qué hiciste eso? —gritó furiosamente—. Ella estaba allí. ¡Justo allí!

—Lo lamento. Solo creí que venía para que tuviéramos una cita.

—¿Una cita contigo, asquerosa gorda de mierda? Tenías una cosa que hacer. Una sola cosa.

—Lo siento —dije derritiéndome en lágrimas.

—¿Quieres lamentarte? —Edwin se volvió hacia sus amigos asintiendo—. Te mostraré cómo —dijo mientras todos se desnudaban y se transformaban en su lobo—. No podremos divertirnos con ella. Pero lo haremos contigo —dijo desabrochándose los pantalones.

Su sonrisa fue lo último que vi de su humanidad. Fue entonces cuando el chico desnudo frente a mí cayó al suelo y gruñó de dolor. Podía escuchar sus huesos romperse mientras se transformaba. Nunca había visto cómo ocurría. Era horrible. Y cuando los ojos de lobo de Edwin se elevaron y se encontraron con los míos, supe que moriría.

Congelada, vi mi vida pasar ante mis ojos. Fui una tonta. ¿Por qué creí que alguien podría amarme? Nadie podría amar a alguien como yo. Nadie.

El lobo de Edwin fue el primero en arremeter. Cuando lo hizo, mi corazón se detuvo. Era mi final. Al menos lo habría sido si un lobo no hubiera salido de la nada y se hubiera encontrado con Edwin en pleno vuelo, dejándolo fuera de combate.

El nuevo lobo era enorme y poderoso. Envolvió su mandíbula alrededor del lobo de Edwin y lo sacudió como a un muñeco de trapo. Cuando lo arrojó a un lado, fue tras sus amigos.

—¡Remy! —dije atónita, pero reconociendo a mi hermano en cualquier lugar.

 

 

Capítulo 1

Hil

 

—Creo que acabo de matar a alguien —dije con la sangre subiendo velozmente a mi rostro.

—Hil, ¿eres tú?

Una razón por la que amaba a Dillon era que se preocupaba mucho por mi bienestar.

—Soy yo. ¿Qué he hecho?

—Dios mío. ¿Te convertiste?

—No me convertí —dije demostrando la frustración que sentía al ser una loba cambiaforma que todavía no se podía convertir.

—¿Dónde has estado? ¡He estado muy preocupada! ¿Dónde estás?

—Estoy en un hospital —dije mirando a las otras personas preocupadas en la sala de espera.

—Espera. ¿Por qué estás en un hospital?  ¿Estás bien?

—Estoy bien. Le presté mi coche a alguien y tuvo un accidente. Recibí una alerta en mi móvil que decía que la habían chocado por detrás y que habían llamado a una ambulancia. Dillon, creo que alguien trató de tirarme por un barranco.

—Hil, tienes que decirme dónde estás.

—No sé dónde estoy. Es un pequeño pueblo en Tennessee. Pero estoy bien. Solo necesitaba escuchar tu voz. No puedes decirle a nadie que has hablado conmigo.

—Remy me ha estado preguntando por ti. Dijo que tu padre está preocupado.

—Definitivamente no puedes decírselo. Prométeme que no lo harás.

—Hil…

—¡Prométemelo!

—Vale. Lo prometo. Pero no puedes desaparecer así de nuevo.

—No lo haré. Pero tengo que hacerlo. Necesito demostrarles que puedo arreglármelas sola.

—¿No acabas de decir que alguien trató de tirarte por un barranco?

—Estaré bien, Dillon. Puedo hacerlo.

—Me dijeron que trajeron a mi madre aquí —dijo alguien con un acento sureño muy sensual, distrayéndome de mi conversación con Dillon.

Levanté la mirada y vi a un tipo en el mostrador de la recepción a seis metros de mí. Tenía el pelo negro azabache, hombros anchos y complexión atlética. Más que eso, conocía su olor. No sabía cómo, pero lo conocía. Era un lobo cambiaformas.

Yo pertenecía a una larga línea de lobos cambiaformas, al menos por la parte de mi padre. Mi madre es humana. Supongo que yo también.

Por lo general, eso es todo lo que era. Pero algo me ha estado pasando desde que llegué a este pueblo. Han sido cosas pequeñas como poder mover mi cuerpo curvilíneo como si fuera 20 kilos más ligero. No podría explicarlo. Y como había tantas cosas en mi vida que no entendía, simplemente lo agregué a la lista.

Otra de esas cosas era cómo me sentía mirando al tipo bien formado frente a mí. Solo podía ver su espalda, pero me atraía de una manera irresistible. Entonces, cuando el tipo que me llevó al hospital corrió hacia él, me levanté para reunirme con ellos.

—Me tengo que ir —dije a Dillon.

—No desaparezcas así otra vez. Tienes que decirme dónde estás.

—Te llamaré pronto. Te lo prometo.

Colgué la llamada y me uní a los dos chicos en el mostrador de la recepción. Marcus, el que había conducido, se volteó para mirarme cuando me acerqué.

—Hil, él es Cali. La Dra. Sonya es su madre.

El tipo más alto me miró. Mis rodillas temblaron cuando lo hizo. Había algo en su olor y en la forma en la que sus ojos se clavaban en los míos que me hacía sentir débil.

—¿Por qué mi madre conducía tu coche? —espetó el hombre hermoso.

Retrocedí, sabiendo de lo que era capaz de hacer como lobo. Pero mi corazón agitado se desaceleró cuando consideré las cosas desde su perspectiva.

Este no era uno de los episodios de mi hermano inducidos por hormonas en la adolescencia que tanto me asustaban cuando era niña. Tenía sentido que estuviera molesto. Yo también estaría enojada si estuviera en su situación. ¿Pero no podía ver que yo también estaba preocupada?

—Ella admiró mi coche cuando llegué por primera vez al hostel. Lo mencionó varias veces, así que, como se suponía que me iría hoy, le pregunté si le gustaría dar una vuelta. ¿No debería haberlo hecho? ¿No conduce bien?

Luego de mirarme fijamente, Cali cedió.

—No, está bien. Es tan buena conductora como cualquiera. No podrías haber sabido lo que sucedería. Lo siento, ¿cuál es tu nombre, otra vez?

—Es Hilaire, pero todos me llaman Hil —dije ofreciéndole mi mano.

Cogió mi mano regordeta con la suya, y la sostuvo por más tiempo de lo que esperaba. La forma en la que me miró me hizo sentir vulnerable. Fue como si pudiera ver dentro de mí. No tenía secretos para esa mirada.

—Un gusto conocerte, Hil. Supongo que debería disculparme por lo que le pasó a tu coche.

—No seas absurdo. Para eso está el seguro. Solo espero que tu madre esté bien.

Cali me soltó la mano y se dio la vuelta, rompiendo cualquier conexión que hubiéramos tenido. Me dolió sentir que se iba. Una de las tantas desventajas de criarte con una familia como la mía es que nunca tienes la oportunidad de conocer a tipos como Cali. Mi padre era tan protector que ni siquiera fui a la escuela. Solo tuve tutores. Nunca tuve una vida.

Cuando mi padre se dio cuenta de que no podía convertirme, no le dio mucha importancia. Pero fue una razón más para que sintiera que tenía que protegerme. Yo era su princesa. Pero no porque estuviera esperando encontrar a mi príncipe. Era porque me decía que no se podía confiar en mí para nada. Esa es en parte la razón por la que estaba de viaje, para demostrar que podía sobrevivir por mi cuenta.

Para ser honesta, la otra razón era que no conocía muy a menudo a tipos como Cali, y que me hicieran sentir como él. A los veinte años, todavía era virgen. Eso no cambiaría nunca si continuara viviendo bajo la protección de mi padre. Tuve que marcharme. Pero entonces estaba en un hospital en medio de quién sabe dónde en Tennessee, sin saber qué hacer, adónde ir o cómo llegar allí.

—Gracias por venir, Marcus. Pero no tienes que quedarte. Estoy seguro de que tienes mucho que hacer. No quiero retenerte aquí —dijo Cali sin mirarlo.

—No, puedo quedarme todo el tiempo que me necesites. Ella es tu madre, pero también me preocupo por ella.

—Gracias. Pero Claude y Titus llegaran pronto. No es necesario que te quedes —dijo el tipo musculoso con desdén.

—No, en serio, puedo quedarme todo el tiempo que sea necesario.

Cali lo observó con una mirada totalmente de lobo.

—Marcus, vete. Te haré saber cómo está. Estoy seguro de que Hil también necesita un aventón para regresar.

Me sobresalté al escuchar que decía mi nombre con el mismo tono desdeñoso. ¿No quería que nos quedáramos allí? ¿Estaba enojado conmigo? ¿Era el tipo de lobo con el que las cosas se podían poner peligrosas?

Puse mi mano en el hombro de Marcus.

—Deberíamos irnos. Estoy seguro de que Cali nos avisará cuando sepa algo más.

Cali me miró con alivio en su rostro. No sabía por qué. ¿Pasaba algo entre ellos? ¿Habían vivido alguna experiencia complicada?

Sabiendo que Cali era un lobo, miré a Marcus para estudiarlo mejor. No sentía lo mismo que cuando miraba a Cali. ¿Era porque era humano?

Físicamente hablando, con seguridad no era mi tipo como Cali. Estaba en forma y era muy atractivo. Y tenía los mismos hoyuelos que Cali.

—Puedo llevarte a la casa de la Dra. Sonya —dijo Marcus demasiado triste como para mirarme a los ojos.

—Gracias —dije como si no deseara quedarme tanto como él.

—Lamento otra vez lo que le pasó a tu madre —dije capturando la atención de Cali pero no su mirada.

Apenas me reconoció. Al mirarlo fijamente, quise abrazarlo con desesperación y decirle que su madre estaría bien. Pero tenía puesta una armadura espinosa que no podía penetrar.

¿Estaba actuando así porque se dio cuenta de que me atraía? No sabía mucho sobre chicos, y mucho menos sobre cambiaformas, pero lo que sí sabía era que los chicos tan guapos como él nunca se interesarían en chicas curvy como yo. Solo lo hacía peor el hecho de que yo fuera solo humana.

Tal vez estaba actuando de manera tan fría porque no quería darme la impresión equivocada. O tal vez solo le desagradaba y quería que me fuera. De cualquier manera, me tenía que ir.

Como Cali nos pidió, Marcus y yo nos fuimos en silencio hasta su camioneta para regresar al hostel. En el camino, parecía tan confundido por nuestra interacción con Cali como yo. Al pensar en eso de nuevo, me pregunté si realmente me había rechazado. Tenía tendencia a sentirme insegura acerca de mi peso.

Pero Cali no parecía un mal tipo. ¿Era posible que simplemente no fuera muy hablador? Los lobos cambiantes pueden ser así a veces, ¿no? ¿Quizás había una razón por la que era callado?

Hablando de historias, ¿él y Marcus tenían una? ¿Había alguna razón por la cual los dos estaban tensos? ¿Qué estaba ocurriendo entre ellos?

—Necesito disculparme por la forma en que reaccionó Cali. No suele ser tan… —Marcus hizo una pausa.

—¿…parecido a un lobo solitario? —dije testeando cuánto sabía.

Marcus se rio.

—No, eso es típico de Cali. Sin embargo, suele ser un poco más amable. No deberías tomártelo como algo personal.

—¿Y tú te lo tomaste así? —dije preguntándome si Cali era un lobo solitario o si me había topado con una manada.

—¿Que yo qué?

—Si tú… no lo sé… ¿te lo tomaste como algo personal?

Su boca se abrió, pero permaneció en silencio. Le tomó un tiempo volver a hablar.

—A veces. Él y yo fuimos a la misma escuela secundaria. Cali estaba en el equipo de fútbol y las chicas se le echaban encima. No estábamos exactamente en los mismos círculos.

»Pero nuestras madres son amigas, por eso nos vimos obligados a pasar tiempo juntos a menudo. Siempre me sentí como una molestia para él. Supongo que nada cambia.

—Entonces, ¿Cali tuvo muchas novias? —pregunté incapaz de ocultar mi interés.

Por la forma en la que me miró, Marcus se unió a la larga fila de personas que podían ver a través de mí. Se rio.

—Lo curioso es que, aunque había una fila interminable de chicas detrás de él, nunca lo vi con ninguna. Es más un tipo melancólico y solitario.

—Un lobo solitario… —sugerí otra vez.

Esta vez se quedó mirándome con una pizca de sospecha.

—Supongo.

Sabiendo qué quisquillosos pueden ser los lobos, especialmente con los humanos, decidí cambiar de tema.

—Mencionó que irían dos muchachos al hospital. ¿Supongo que alguno de los dos es su novio? —pregunté para aligerar el estado de ánimo mientras me aseguraba de no estar ladrándole al árbol equivocado.

Marcus se rio de nuevo.

—No, Claude y Titus son hermanos que no ha visto en mucho tiempo.

—¿Hermanos que no ha visto en mucho tiempo?

—Sí. El otoño pasado, la novia de Titus les hizo una prueba de ADN y resultó que los tres tienen el mismo padre.

Me quedé pensando en eso. Había conocido a la madre de Cali. Parecía ser muy humana. ¿Eso significa que el padre de Cali es un lobo? ¿Es mitad lobo como yo? ¿Tenía dos hermanos mitad lobos? De todos los lugares en los que podría haber terminado, ¿me había topado con una manada de mitad lobos?

—¡Oh, vaya!

—Eso es exactamente lo que pensó el resto del pueblo —dijo malinterpretando mi sorpresa—. Fue un verdadero escándalo. Nadie podía dejar de hablar de la madre de Cali. ¿Los tres tienen el mismo padre? ¿Cómo son tan cercanos en edad? ¿Quién es ese hombre?

»Ninguna de las madres dijo nada. Supuestamente, tampoco se lo dijeron a sus hijos. Con Cali y la Dra. Sonya éramos bastante unidos hasta entonces. Ahora, Cali pasa la mayor parte del día en la universidad.

—Espera. ¿Cali va a la universidad?

—Sí. Está en el equipo de fútbol. Los dos, él y Titus. La temporada pasada, Titus batió el récord de yardas corridas en su posición, y Cali el récord de yardas pateadas.

—Qué familia atlética —dije confundida de repente.

—Así parece —dijo Marcus con una mueca dolorosa en los ojos.

—¿Supongo que no vas a la universidad? —pregunté asumiendo que él tenía más o menos mi edad.

—No fui bendecido con la habilidad natural que tiene tanta gente de este pueblo. Si estaba en el agua, ciertamente no la bebí —dijo con una sonrisa.

Aparté la mirada y consideré todo lo que Marcus acababa de decirme. ¿Había entendido todo mal? ¿Cali no era un lobo cambiante?

Su vida parecía muy normal. Asistía a la universidad y jugaba en el equipo de fútbol. Los lobos cambiaformas no hacen esas cosas. Se mantienen apartados y se matan unos a otros por el territorio.

Al menos, eso es lo que creía que hacían. No era una loba cambiaformas, pero había crecido con ellos. ¿Significaba que la sobreprotección en la que había vivido había distorsionado mi realidad? ¿O Cali en realidad no era un lobo?

Si no lo fuera, explicaría por qué Marcus no reaccionó cuando dije “lobo solitario”. No sabía cómo esperaba que reaccionara, pero ciertamente esperaba otra cosa. O solo era un pueblecito normal con gente normal o yo no tenía idea de lo que significaba ser un lobo. Necesitaba saber cuál de estas alternativas era cierta.

—He probado tus pasteles —dije volteándome para mirar a Marcus—. No necesitas jugar al fútbol cuando puedes hacer cosas tan ricas. Conozco gente que mataría por uno de tus croissants de chocolate —dije con sinceridad.

Marcus se sonrojó.

—Gracias por decírmelo —dijo Marcus mejorando su ánimo—. Así es como me relajo, horneando pasteles.

—Cambiaría un brazo por ser tan buena en algo como tú lo eres en la repostería. No sé ni cómo hervir un huevo.

Marcus se rio. Debió haber pensado que estaba bromeando. No lo estaba. Siempre tuvimos amas de llaves y chefs cuando era chica. Por un corto tiempo, incluso tuvimos a un degustador de comida. Es un poco difícil aprender a sobrevivir por tu cuenta cuando no puedes salir de tu casa sin guardaespaldas, y tienes un suministro interminable de personas a las que se les paga para que hagan las cosas por ti.

En los siguientes cuarenta y cinco minutos de viaje, cambiamos de tema de conversación, y me contó sobre cómo fue crecer aquí. Incluso sin tener en cuenta el tema de los lobos cambiaformas, es tremendamente diferente a cómo es crecer en Nueva York. Literalmente atrapaban luciérnagas en un frasco de vidrio. ¿Qué tan pequeño es este pueblo?

—Después me dirás que pescabas en el arroyo con tus amigos.

Me miró avergonzado.

—No, ¿en serio?

—Lo que no entiendes es que hay pocas cosas que hacer por aquí. Pero ¿lo has intentado alguna vez? De hecho, es bastante divertido.

—Supongo. Tiene que ser mejor que jugar de forma rara con chicos con los que tus padres te organizan un encuentro para jugar.

—¿Tus padres te organizaban encuentros para jugar? —preguntó mirándome confundido.

—Sí, ¿la gente no hace eso en los pueblitos? —pregunté tratando de quitarme la vergüenza que sentía por el hecho de necesitar que mis padres me encontraran amigos y ser un fracaso.

—No, nunca me enteré de eso.

—Una de las ventajas de estudiar en casa, supongo —dije encogiéndome de hombros y deseando con desesperación que cambiemos de tema.

Afortunadamente, Marcus apartó la mirada sin responder y volvió a quedarse en silencio. Mi incapacidad para hacer amigos era otro de mis puntos débiles. Si no fuera por Dillon, sería una chica gorda encerrada todos los días en mi habitación y cubierta de polvo de Cheetos. Sí, realmente necesitaba hacer este viaje.

Cuando regresamos al hostel, Marcus me preguntó si necesitaba algo ya que no tenía coche. Le dije que estaría bien. Luego me dio su número y me dijo que lo llamara si necesitaba algo. Me sentí agradecida.

Dejando de lado si me había topado o no con una manada de mitad lobos liderada por el tipo más guapo que había visto en mi vida, había emprendido este viaje para demostrar que podía ser independiente y autosuficiente. Pero la verdad es que no estaba más cerca de lograrlo que cuando me había ido. ¿Qué iba a hacer si no tenía ni siquiera un coche? Más que eso, ¿qué iba a hacer sin dinero?

Si intentas hacer el tipo de viaje que yo había planeado, no puedes depender de la tarjeta de crédito de tu padre. Las compras con tarjeta de crédito se pueden rastrear. Si la usaba, mi padre sabría exactamente dónde estaba.

Como alternativa, podías coger el coche familiar que no tenía un dispositivo de rastreo, guardar algunas de las pilas de dinero en efectivo que tu padre escondía en la casa, apagar tu móvil y hacer lo que quisieras.

Esa fue la opción que elegí. Pero también guardé el dinero en mi coche pensando que allí estaría más seguro. ¿Lo debería haber pensado antes de permitir que la Dra. Sonya saliera a dar una vuelta con él? Claramente. Pero ¿cómo podría haber adivinado que mi coche y todo mi dinero terminarían en el fondo de un paso de montaña?

¿Qué se suponía que debía hacer? No tenía coche, no tenía dinero en efectivo y, si no me equivocaba, la Dra. Sonya había reservado mi habitación a otra persona esa noche.

No era que no tenía ninguna opción. En el peor de los casos, siempre podía usar mi tarjeta de crédito o llamar a casa. Pero no quería hacer eso. Por una vez en mi vida, quería demostrarle a mi padre que no era una completa inútil. Que podía cuidar de mí misma. Pero cuanto más tiempo pasaba en mi pequeña aventura, más empezaba a pensar que no podría.

Al entrar al hostel, los rostros de cuatro personas se giraron rápidamente hacia mí. Parecían dos parejas vestidas para unas vacaciones aventureras. Al ver sus botas de montaña y sus mochilas grandes en el suelo junto al sofá, entendí que eran los huéspedes que la Dra. Sonya esperaba y que ocuparían mi habitación. No sabía qué decirles, así que, en lugar de decir algo, me fui rápido a mi habitación.

Detrás de la puerta cerrada, me derrumbé en la cama y me quedé mirando el techo. Me sentía muy perdida. Tenía que hacer algo, ¿no? No podía quedarme esperando que todo se arreglara. ¿Las personas autosuficientes no harían algo? ¿No se anticiparían a lo que podría pasar y se prepararían para ello?

Paralizada, me quedé allí durante más de una hora pensando en lo que debería hacer. Sabía que Dillon me ayudaría si pudiera, pero así no era nuestra relación. Yo era quien la había adoptado.

Dillon era la hija de mi ama de llaves favorita. Había muy pocos humanos que sabían que mi padre y mi hermano era lobos cambiaformas. Nuestra ama de llaves era uno de ellos.

Después de decidir que yo necesitaba una amiga, mis padres organizaron un encuentro para que jugara con su hija. Sentí que me miraba al espejo cuando conocí a Dillon y decidí que ella tendría la vida que yo deseaba tener.

Cuando se graduó de la escuela secundaria, convencí a mi padre para que iniciara un programa de becas y me aseguré de que ella obtuviera una. También me aseguré de que su dormitorio en la universidad estuviera amueblado con todo lo que necesitara. La beca incluía gastar dinero para que no tuviera que trabajar, y también recibía una asignación de ropa, así que podría encontrar a un buen chico y tener una vida feliz.

No lo hice porque deseara obtener algo de ella. Es mi amiga. Solo quiero que sea feliz. Estoy segura de que ella me ayudaría si pudiera. Pero estaba en Nueva Jersey y sabía la cantidad de dinero exacta que tenía en su cuenta bancaria. Pedirle ayuda no era una opción.

Al escuchar un golpe en la puerta, salí de mi espiral descendente. Me recuperé rápidamente, y me senté. Había oscurecido desde que me había acostado. Me puse de pie y encendí una luz.

—¿Sí? —dije encontrándome de repente cara a cara con los pómulos cincelados de Cali y su fascinante aroma.

—Me preguntaba si vas a irte pronto —dijo con un peso inconfundible sobre sus hombros.

No quería cargarlo con mis problemas triviales. Ya tenía suficiente con lo que lidiar gracias a mí.

—Vale. Por supuesto. Supongo que perdí la noción del tiempo.

—Es solo que alguien reservó esta habitación para hoy, y todavía tengo que limpiarla…

—Entiendo.

—Si necesitas más tiempo…

—No. No tengo muchas cosas. Puedo dejarla en unos minutos.

En lugar de responder, su mirada me recorrió. Me provocó una sensación cálida que se instaló dentro de mi sexo. Asintió apretando los labios y volvió a la recepción.

Bueno, la suerte estaba echada. Iba a tener que tomar una decisión. Así que metí las pocas cosas que tenía en mi bolso de viaje, me miré por última vez en el espejo y salí de la habitación.

—Me voy —dije a Cali cuando lo encontré en la cocina.

—Vale, gracias —dijo corriendo hacia la habitación que había dejado.

Sin ningún lugar a donde ir, me uní a los huéspedes en la sala de estar. Era un espacio cómodo. Los muebles tenían dibujos de pájaros. Había una alfombra decorada debajo de la mesa de café, y estantes que rodeaban el espacio con libros y chucherías de todo el mundo.

Me preguntaba cómo sería crecer en un lugar como ese. Parecía un hogar lleno de amor. Sabía lo que era eso. Mi padre siempre se dedicó intensamente a su familia. Mi madre, mi hermano y yo éramos todo para él. Pero el resto del mundo tenía motivos para temerle.

Cali solo tardó veinte minutos en regresar y acompañar a los nuevos huéspedes a sus habitaciones. Me miró y nuestros ojos se encontraron por un momento. Pero eso fue todo. Estaba ocupado. Lo entendía. ¿Cómo se suponía que iba a saber por lo que estaba pasando? Además, tenía cosas importantes de las que preocuparse.

Treinta minutos más tarde, cuando regresó a la sala de estar y descubrió que no me había ido, me sentí avergonzada. No podía mirarlo.

—¿Está todo bien? —preguntó atrayendo mis ojos a los suyos.

Al mirarlo fijamente, las lágrimas brotaron de mis ojos. Estaba siendo ridícula. Lo sabía. Tenía opciones. No tenía nada de qué quejarme. Pero allí estaba yo llorando mientras la persona que podría estar perdiendo a su madre se mantenía fuerte.

—Lo siento. Dejaré de ser una molestia ya mismo —dije levantándome, cogiendo mi bolso y corriendo hacia la puerta.

—Espera. ¡Détente! —ordenó con una voz que congeló mis músculos de manera involuntaria. Me quedé de espaldas porque no podía moverme aunque quisiera. ¿Qué me estaba pasando?

—No tienes coche. ¿A dónde irás? —dijo sin darse cuenta del efecto que sus palabras tenían en mí.

—Puedo llamar para que me den un aventón.

—Si pudieras hacer eso, ya lo habrías hecho. ¿Tienes adónde ir?

—De verdad, no tienes que preocuparte por mí. ¿Cómo está tu madre?

Cuando lo dije, sentí que su misterioso agarre me soltaba. Libre, me di la vuelta. Todo lo que pude ver fue el dolor que lo atravesaba.

—El doctor dice que eventualmente estará bien. Pero apenas puedo soportar verla así. Siempre ha estado tan llena de vida, ¿sabes? Verla acostada allí con tubos conectados a ella, no puedo soportarlo.

Sin pensarlo, corrí hacia él y apoyé mi mano en su hombro. Si lo hubiera pensado antes, no lo hubiera hecho. Como no se apartó, me alegré de haberlo hecho.

—¿El doctor dice que va a estar bien?

Él asintió con la cabeza.

—Eso es muy bueno. No puedo decirte lo feliz que me hace escuchar eso.

Como si se hubiera arrepentido de haberme revelado un atisbo de lo que escondía bajo su máscara, rápidamente se enderezó y se alejó.

—Gracias. Y siento mucho lo que le pasó a tu coche. Mi madre tiene seguro. Se encargará de eso.

—En serio, no te preocupes por eso. Solo preocúpate por tu madre y por todo lo demás que seguro estás pasando.

—Estaré bien. Pero no respondiste mi pregunta. ¿Tienes adónde ir?

Me pregunté qué debería decirle. Ya le había dicho que estaría bien. No había aceptado esa respuesta. Luego de decidir que le diría la verdad, negué con la cabeza.

—Entonces te quedarás aquí —dijo amablemente.

—Pero la habitación está ocupada.

—Te quedarás en mi habitación —dijo con confianza.

Mi boca se abrió cuando intentaba entender qué estaba sugiriendo. Lo aclaró rápidamente.

—Me quedaré en la habitación de mi madre. Mi habitación no es la gran cosa, pero…

—Sí, gracias. Estoy segura de que será más que suficiente —dije sintiendo que el alivio me invadía.

—Dame unos minutos para arreglarla y tal vez cambiar las sábanas —dijo con la piel clara de sus mejillas poniéndose roja.

—No es necesario que te tomes tantas molestias —imploré.

—No, solo dame un minuto. Vuelvo enseguida —dijo antes de subir corriendo las escaleras.

Observé su culo mientras se iba. ¡Joder!

 

 

Capítulo 2

Cali

 

Mientras la guiaba por el pasillo hasta mi dormitorio, me imaginaba a la chica que me seguía. Su cabello rizado y despeinado le caía hasta la mitad de la frente. Y sus ojos muy abiertos y sus labios carnosos y rosados me recordaban a una muñeca Kewpie. Tenía que ser la chica más guapa que había conocido. Mi lobo imploraba por ella.

Sin embargo, no era el momento de pensar en eso. Tenía que preocuparme de otras cosas. Mi madre estaba en el hospital. Era difícil no culparme a mí mismo por eso.

Desde que me enteré de que Titus, Claude y yo somos hermanos, las cosas se volvieron tensas entre mi madre y yo. Cuando la confronté, se alejó apretando los labios. Ella lo sabía. Durante toda mi vida, supo que yo tenía hermanos y nunca me lo dijo. ¿Por qué? ¿Cómo pudo hacerme esto?

—Es aquí —dije volteándome para ver a la chica más baja y curvilínea que caminaba detrás de mí.

—¿Estás seguro de que no hay problema? —preguntó con un atisbo de vulnerabilidad en sus ojos.

—No hay ningún problema —dije tratando de ignorar todas las cosas que mi lobo quería hacer mientras la miraba fijamente.

La chica hermosa continuó mirándome como si quisiera decirme algo. No podía imaginar qué. Sentí un dolor en mi pecho cuando le devolví la mirada. Abrumado por el deseo de arrancarle la ropa y follarla hasta que aullara, miré hacia otro lado para recomponerme.

—¿Crees que tu madre volverá a casa pronto? —preguntó atrayendo mi mirada.

—No te preocupes. Puedes quedarte en la habitación todo el tiempo que necesites.

  Hil parecía avergonzada.

—No te lo pregunté por eso.

Cuando la miré de nuevo, estaba claro que no me lo estaba preguntando por eso.

—Cierto. No, estoy seguro de que serán al menos un par de días. El médico me dijo que se ve mucho peor de lo que está. Por suerte, en su mayoría son rasguños y moretones. Se salvó bastante del daño interno que podría haber complicado las cosas. Pero no está fuera de peligro del todo. Regresaré por la mañana para ver cómo está —dije superado otra vez por el arrepentimiento.

—Por favor, dale mis mejores deseos.

La miré. El dolor en sus ojos me dijo que realmente pensaba que lo que le había pasado a mi madre era su culpa. No podía entender por qué. No era ella quien la había chocado o la había abandonado en la escena del crimen. Fue ella quien llamó a la ambulancia que la rescató.

Asentí apretando los labios antes de dirigirme al dormitorio de mi madre y dejar a Hil en el camino. Cuando abrí la puerta al final del pasillo, no miré hacia atrás. Quería hacerlo con desesperación, pero dudaba de que mi lobo me dejara contenerme si lo hacía. Podría irse para cuando me despertara y estaba cansado de que me rompieran el corazón.

La confianza era un problema para mí, y no ayudaba el hecho de que la persona en la que creía que podía confiar más me hubiera hecho vivir en una mentira. Así que no iba a permitirme sentir algo por Hil sin importar cuánto mi lobo la deseara. Tenía que protegerme de ella. O, al menos, a mi parte humana.

Sin embargo, con la puerta cerrada detrás de mí, pensé en ella de nuevo. El lobo en mí se volvió salvaje. Inmediatamente mi polla se puso dura, realmente dura. Tuve que apretarla para aliviar el dolor.

No era la primera vez que sentía algo por alguien, pero las otras veces mi lobo no había reaccionado así. No sabía lo que le estaba pasando. Sentía como si mi lobo la conociera y estuviera luchando para estar con su mate. ¿Es lo que sienten los lobos cambiantes cuando encuentran a su elegida?

Nunca supe si las cosas que decía la gente sobre los lobos cambiaformas eran ciertas. Éramos muchos en este pueblo, pero hasta hace poco no habíamos podido formar una manada. Tenía que ver con una barrera mágica que había puesto sobre nosotros un hada que vivía aquí. Mi hermano, Titus, fue quien consiguió que la quitara. Cuando lo hizo, la vida de todos los lobos que vivían bajo su influjo cambió.

Para nosotros fue como quitarnos una máscara y respirar profundo por primera vez. Podíamos oler cosas que antes no habíamos podido. Con eso vinieron instintos y deseos que no habíamos sentido antes. Incluso también era así para los cambiaformas que solo venían a la ciudad para asistir a la escuela secundaria. De alguna manera, la barrera de las hadas había separado a todos los lobos de quienes éramos.

Sin la barrera, las cosas se estaban poniendo en marcha lentamente. Eso era más importante para los lobos mayores que para mí porque, habiendo comenzado a convertirme hace poco, todavía sentía que era todo muy nuevo. No había vivido toda una vida con ella.

El problema que implicaba la barrera era que no había lobos mayores que pudieran decirnos qué esperar. Habiendo formado una manada recientemente, nuestro alfa era solo unos años mayor que yo. Ni siquiera sabía que era un lobo hasta que accidentalmente se convirtió. Y él no sabía que existían los cambiaformas hasta justo antes de eso.

Entonces, ¿qué le estaba pasando a mi lobo ahora? ¿Quién sabía? Y no sabía quién podía decírmelo.

Lo que sí sabía era que, aunque mi lobo la deseaba mucho, y yo pensaba que era muy hermosa, no era una loba cambiante. Al menos, no creía que lo fuera.

Sin embargo, definitivamente había algo diferente en ella. Tenía que haberlo. Mirarla era como tomar una droga que me hacía querer convertirme.

No iba a hacerlo. Ni siquiera encerrado detrás de la puerta del dormitorio de mi madre. Todavía no sabía lo que podía hacer mi lobo. ¿Encontraría una salida e irrumpiría en la habitación para reclamar a la mujer que dormía en mi cama?

Mi polla se estremeció al pensar en ella dejando su aroma en mis sábanas. No. Tenía que dejar de pensar en eso.

Luchando contra cada instinto que tenía, me quité la camiseta y los jeans, y me recosté. En lugar de pensar en Hil, pensé en lo raro que era estar en la cama de mi madre.

Lo que le había dicho a Hil era verdad. El médico de mi madre había dicho que creía que mi madre se recuperaría por completo. Pero lo que no le había dicho a Hil era lo horrible que se veía. Moretones morados cubrían su piel clara. Y como estaba llena de analgésicos, me miró sin reconocerme.

Mi madre siempre fue muy fuerte, llena de vida. Solía pensar que ella era “demasiado”. Ahora daría cualquier cosa para que volviera a ser como era.

Tenía que haber una razón por la que no me había dicho que tenía hermanos, ¿verdad? ¿Y por qué siempre se negó a hablarme sobre mi padre, incluso cuando me convertí y descubrí que no soy humano? Tenía que haber una razón.

Pero nada de eso importaba ahora. Lo único que importaba era que ella mejorara. E iba a hacer todo lo necesario para que eso sucediera.

 

Sentado en la sala de espera a la mañana siguiente, las imágenes se reproducían en mi mente. ¿Mamá se verá mejor? ¿Peor? ¿Las drogas que está tomando enmascaran una lesión en la cabeza que le robará el espíritu?

Apenas dormí la noche pensando en ello. Fui un tonto al pelearme con ella. Daría cualquier cosa por tenerla de vuelta.

—¿Señor Shearer? —dijo la mujer corpulenta y de piel oscura sentada en la recepción.

Me levanté rápidamente y me paré frente a ella.

—Soy yo —dije con el corazón palpitando en mi garganta.

—Puedes ir ahora —dijo casi sin mirarme.

¿Su contacto visual incómodo se debía a que las cosas no habían salido bien durante la noche? El calor me atravesó cuando pensé en esa posibilidad.

  —La trasladaron a la habitación 201. Está en el segundo piso. ¿Necesitas indicaciones para llegar?

  —¿La cambiaron de habitación?

Los ojos cansados de la mujer se encontraron con los míos. Después de solo un segundo, se posaron de vuelta en la hoja frente a ella.

—Aquí dice que fue trasladada debido a una mejoría en su estado. Es algo bueno —dijo con una sonrisa practicada.

—Gracias —dije aliviado y me dirigí a las escaleras.

No me gusta el olor de los hospitales, en especial con los instintos agudizados de mi lobo desarrollándose. Era doloroso respirar. Con cada respiración olía a muerte. Conocía ese olor demasiado bien.

No podía soportar perder a mi madre. Y aunque me esforzaba por no pensar en ello, ese pensamiento me abrumaba mientras caminaba por los pasillos.

Cuando encontré la habitación 201, cogí la perilla y me detuve. Tenía que controlarme a mí mismo. No era el momento para dejar que mi lobo me controlara. Tenía que hacerlo retroceder.

Tenía que controlarme completamente para lo que fuera que estuviera por ver. No sabía si podría soportar que el estado de mamá hubiera empeorado. Todo era una pesadilla. Pero reprimiendo a mi lobo, llamé y empujé ligeramente la puerta, reuniendo todo el coraje que podía. Cuando eché un vistazo, contuve la respiración.

—¿Cali? —dijo una voz tensa pero familiar desde dentro.

—Sí, soy yo, mamá.

—Me alegro de verte —dijo con ojos somnolientos y una sonrisa.

Dejé que la puerta se cerrara detrás de mí, y me acomodé al lado de su cama. Aunque estaba más despierta que la noche anterior, se veía algo peor. Todos sus moretones morados se habían oscurecido. No podía imaginar que eso fuera una buena señal, pero ¿no la habían trasladado a otra habitación porque estaba mejor?

—Así de malo, ¿eh? —dijo mi madre leyendo la mirada en mi cara.

—No, mamá. Te ves mejor.

Mi madre sonrío.

—Te diré un secreto, Cali. Se te nota cuando mientes. Una madre lo sabe —dijo enfatizando su acento jamaiquino generalmente leve.

¿Era cierto? ¿Podía saber que estaba mintiendo? Ciertamente estaba mintiendo esa vez.

—Mamá, ¿cómo sucedió?

La tristeza entró en los ojos de mi madre. Era la misma que mostraba cada vez que yo mencionaba a mis hermanos recién encontrados.

—¿Tiene algo que ver con mi padre? —Me miró fijamente a los ojos—. Tiene que ver, ¿no es así?

—No lo sé. Y tú tampoco podrías saberlo, así que no tiene sentido que lo preguntes.

—¿De qué estás hablando? Alguien me dijo que chocaron tu coche por detrás. Podrían haberte matado. Casi te pierdo. Si todavía estás en peligro, necesito saberlo. Si alguien está tratando de hacerte daño por mi culpa…

Mamá cogió mi mano entre las suyas. Al mirarla, todo lo que pude ver fueron los tubos conectados a sus brazos.

—Lo que pasó fue un accidente. Eso es todo.

—Pero ¿y si no fuera así? Tienes que decirme quién es mi padre. Si es alguien peligroso, tengo que saberlo. Titus, Claude y yo necesitamos saberlo.

Por primera vez desde que descubrí que no me había dicho todo sobre mi pasado, mi madre me miró con empatía. Esperaba que le siguiera una explicación. Pero no fue así.

—¿Incluso ahora no me vas a decir nada?

—Cali, no hay nada que decir.

Aunque me sentía muy aliviado de que mi madre fuera más ella misma, estaba furioso con ella de nuevo. Yo merecía que me dijera la verdad. Me estaba ocultando una parte de lo que soy.

Tal vez si supiera quién es mi padre, podría entender cosas sobre mí que no entendía. Quería gritarle eso a mi madre, pero no podía. No entonces, y tal vez ya no podría.

—Voy a tomarme un descanso de la universidad para encargarme del hostel —dije cambiando de tema.

—¡No! —respondió con énfasis.

—¿Qué quieres decir con que no? Hay huéspedes alojados. Ahora que el negocio está empezando a mejorar, tenemos que pensar en las reseñas.

—Prométeme que esto no afectará tus estudios.

—¿Crees que me importa la universidad en este momento? ¿Te das cuenta de dónde estás?

—¡Prométemelo!

—¡Mamá!

—¡Dije, prométemelo! Tu educación es lo único que importa. Siempre debe ser lo primero.

—No hay nada más importante que tu salud —expliqué.

Ella apretó mi mano.

—Gracias. Pero los médicos se encargarán de eso. Tú solo te preocuparás por tus calificaciones. Deja que yo me ocupe del negocio.

—Lo dices así, pero ¿qué puedes hacer desde esta cama?

—Más de lo que piensas —dijo con una sonrisa.

Miré a mi madre cubierta de moretones, pero aun pensando que podría con todo. Esa era la mujer con la que me había criado. Ni siquiera caer por un barranco de doce metros de profundidad podía detenerla. Sonreí y se lo concedí.

—No voy a dejar la universidad. Pero tendré que tomarme un descanso, al menos por unos días.

—No, no lo harás.

—Mamá, estás siendo ridícula.