DESCENDIENTE PARA EL HEREDERO DEL JEQUE

Emma se resistía a volverse para mirarlo, aunque no era fácil. Era como si todo su cuerpo estuviera siendo empujado hacia su enigmática presencia y sus ojos se esforzaban por mantenerse alejados de los suyos.

Había pasado una semana desde que había llegado a Dubai en busca de un poco de paz y tranquilidad. Había estado luchando para encontrar tiempo en su agitada vida y esperaba con ganas este tan deseado descanso. El hombre de cabello oscuro, a quien veía allá donde fuera, estaba perturbando su paz mental. Después de una pocas coincidencias parecidas, Emma se preguntó si ella no lo estaría siguiendo inconscientemente.

Emma, intentando sacudirse al seductor hombre de la cabeza, se concentró en el menú. En cuanto comenzó a relajarse, el cabello de la parte de atrás de su cuello se erizó. Incapaz de resistirse, Emma miró alrededor, y encontró al hombre mirándola fijamente. Era la primera vez que sus ojos se encontraban desde la primera vez que lo había visto. Fue en el aeropuerto donde le vio cuando ambos llegaron. A pesar de que ella había sonreído descontroladamente al desconocido de piel dorada, él le había devuelto una mirada de indiferencia. Emma había asumido que no la había encontrado atractiva.

Pero aquí estaban los dos de nuevo, y esta vez su mirada no era indiferente. Era una que decía que la deseaba y que estaba acostumbrado a conseguir lo que quisiese.

Emma continuó mirando al hombre a los ojos, que cautivaban como remolinos de chocolate derretido y brillaban con confianza y fuerza. La mirada de Emma se retiró se sus ojos y examinaron su cara. Su nariz era recta y potente y su mandíbula cuadrada.  A juzgar por su constitución, ella supuso que tendría unos treinta y pocos, pero no podía estar segura. Fuera lo mayor que fuera, era bello como los hombres que se inmortalizaban en mármol. Y mientras le miraba fijamente su corazón latía hasta quitarle el aliento.

Sin poder apenas respirar, Emma se levantó y se alejó de él hacia el bar de la forma más  natural que pudo. Incluso después de haber entrado por la puerta, seguía sin poder quitarse de la cabeza la imagen del hombre. Era alto con hombros anchos y la impecable camisa blanca que llevaba contrastaba maravillosamente con su piel dorada y sus vaqueros azules casuales. Cerrando la puerta tras de ella, Emma se dirigió inmediatamente al lavabo.

Mirando fijamente su reflejo en el espejo, examinó la cara de la persona que devolvía la mirada. Casi no podría reconocerse a si misma. Su cara resplandecía y brillaba. Y cuando recordó el sueño que había tenido la noche anterior, las mejillas se le pusieron aún más rojas.

En el sueño, un hombre de pelo oscuro como el desconocido había entrado en su habitación mientras ella dormía desnuda. Fingiendo estar dormida, ella observó cómo el hombre deslizaba su grueso dedo por su cuello hasta su pecho, y más abajo hasta la cúspide de sus muslos. Sintiendo su dedo continuar hasta los suaves rizos de entre sus piernas, ella jadeaba salvajemente en un deseo ardiente.

El sueño había parecido tan real que podía recordar cuánto quemaba el rastro de sus caricias. Y cuando sus dedos se habían deslizado dentro de ella, estaba segura de que en realidad  había cerrado las piernas de golpe. En el éxtasis de la pasión, estaba aterrorizada de que con la examinación él pudiera descubrir que aún era virgen. No quería que pensara que era una niña pequeña. Quería que él le viera como una mujer.

Separando sus piernas con curiosidad, el amante de su sueño deslizó el dedo fuera y volvió a meterlo. Emma gimió sin control hasta abrir finalmente sus ojos para no encontrar a nadie. “¡Eres mía!” había recordado ella escucharle decir mientras jadeaba y el jugo de sus labios se le escurría por la pierna. Incluso cuando se agarró el coño palpitante, lloró por la necesidad de sentir de nuevo su poderoso contacto.

Emma continuó mirando fijamente al espejo cuando se agarró de nuevo el coño de excitación. Apretando los muslos, buscaba la forma de aliviar el dolor de la ingle. Nunca antes alguien le había hecho sentir así. La sensación era insoportable y nunca habría seguido siendo virgen si sus deseos hubieran como esos. En contra de todo pensamiento racional, le necesitaba. Girándose hacia la puerta del baño decidió que haría lo que fuera necesario para tenerle.

 Emma abrió de golpe la puerta del baño. Para su desconcierto, se encuentra frente a un hombre cruzado de brazos. Era él. Había venido buscándola. Ahora confrontada por la realidad de tenerlo frente a ella, el miedo le recorrió como una onda de calor. Emma retrocedió tropezando hacia dentro del baño.

El hombre de mirada férrea se acercó amenazadoramente como quien acosa una presa. Emma reculó como un conejo asustado. Su corazón latía violentamente y su cuerpo se estremecía de la excitación. Acorralada contra la pared, inclinó la cabeza para mirar la cara del hombre. Sus rodillas temblaban amenazando con ceder, y cuando la enorme mano del hombre envolvió su pequeña cintura, parecía una muñeca de trapo en su intenso abrazo.

El desconocido atrajo el cuerpo de Emma hacia el suyo. Extasiada por su cara, examinó su cuerpo para determinar qué estaba ocurriendo. Presionada contra su estómago, notó lo que tenía que ser su polla endurecida. Al pensarlo, se le entrecortó el aliento y la sangre le subió de pronto a la cara. Se sintió mareada incluso cuando anhelaba explorar más su grandiosidad.

Aturdida, Emma se estiró para alcanzar su boca. Quería que él le consumiera y lo único en lo que podría pensar su mente inocente era en su beso. Todo dentro de ella reclamaba que besara al desconocido, y deslizando su cuerpo junto al de él, cerró sus ojos esperando que él se inclinara hacia ella.

“No,” dijo el hombre en una voz que sonó lejanamente familiar al hombre de su sueño.

Emma abrió los ojos sorprendida por su contestación. Buscando su cara para obtener una respuesta, aspiró bruscamente cuando de repente le levantó la falda y le agarró el coño con su mano libre. Desprevenida, la sensación le atravesó el cuerpo y le explotó en la cabeza. Nunca antes le habían tocado ahí. La sensación era abrumadora.

Emma se quedó helada cuando las chispas de deseo le recorrieron el cuerpo por primera vez. Se estaba volviendo como de goma en sus brazos, y cuando movió dentro de su raja, su cuerpo se movía hacia delante y detrás en sumisión. Prácticamente desconectada de su cuerpo, observó sus gemidos mientras él movía un dedo conocido dentro de ella.

“¿Cómo puedo estar haciendo esto?” se preguntó. “No le conozco. Ni siquiera se cómo se llama.”

“Aaah,” gimió cuando volvió a ser una esclava de sus deseos.

Con su verga cubierta por el vaquero rozando suavemente su estómago, sintió una explosión creándose dentro ella. Rodeándole con sus piernas, gimió más fuerte. Cuando su polla dura palpitó violentamente contra su estómago, un orgasmo explotó dentro de ella.

“Ohhh,” gritó sin importarle que pudiera oírle. “Ahhhh,” grito como nunca lo había hecho antes. “Síiiii,” gimió cuando sus piernas se convirtieron en gelatina y se derrumbó sobre sus brazos.