DESCENDIENTE PARA EL HEREDERO DEL MULTIMILLONARIO

El corazón de Jasmine se aceleró cuando miró a través del bar. Él estaba allí de nuevo. Durante las últimas tres noches, el hombre intensamente bronceado con el cabello decolorado por el sol, perfectamente arreglado, y con camisas blancas a medida, se había sentado en la mesa más cercana al muelle. Pero, a diferencia de las otras noches, cuando miraba hacia al sombrío mar azul a través de todos los yates, esta noche la miraba fijamente a ella.

La excitación que causaba la juventud y la inexperiencia de Jasmine la sobrecogía. Podía sentir como su rostro trigueño brillaba con un tono de rosa. A los 20, esa era una de sus primeras veces en un bar y ahí estaba ella, cautivando la atención del hombre más atractivo y misterioso del lugar. Apretó las rodillas disfrutando del calor de sus carnes, mientras le quemaban los labios.

Incapaz de girarse, Jasmine se encontró perdida en sus ojos. Incluso desde la distancia, los colores grises metálicos la seducía. Y como un encantador de serpientes encantando a una cobra, cada uno de sus movimientos le provocaba otro a ella. Nunca se había sentido tan controlada en su vida. Hizo todo lo posible por librarse de aquello y levantarse.

Lanzándole algunas miradas mientras se escabullía, se dirigió al baño. Necesitaba marcharse. Él era demasiado para ella. Las sensaciones que hervían dentro de ella amenazaban con no dejar ni rastro de la delicada virgen. Apartando la mirada de él por última vez, empujó las curvas de la puerta de bambú del baño. Con la puerta cerrándose tras ella, el aire volvió a sus pulmones. Sentía el pecho pesado, y se vio envuelta en una capa húmeda de lujuria que le hacía sentir que brillaba como un faro.

Mirando al espejo encima del lavamanos, no reconocía a la chica que le devolvía la mirada. La coleta de caballo de niña y la inocencia fresca se habían marchado. Se había escapado de su habitación del hotel maquillada y con su vestido de verano más seductor. Sabía que todo este cambio había sido por el desconocido y ahora que había conseguido más de él de lo que podría haber imaginado, estaba perdida.

“Debería marcharme,” pensó. “Probablemente mis padres estarán preguntándose dónde estoy”.

Sus pensamientos eran simplemente una excusa y lo sabía. Ni sus padres ni su hermano controlaban sus movimientos. Ni siquiera se habían dado cuenta de que había estado fuera durante horas la noche anterior. No, la verdad era que el poder que el desconocido ejercía sobre ella se aterrorizaba. Nunca se había sentido atraída por un hombre.

Sus caderas comenzaron a moverse para cambiar de dirección cuando de repente se congelaron. La puerta del baño se había abierto de par en par y con los ojos clavados en los de Jasmine, el oscuro desconocido avanzó hacia ella sin importarle que pudiera haber alguien más allí.

Jasmine se desvanecía al tener el desconocido tan cerca. Era alto y ancho, y con él casi encima de ella, podía oler el mar. Aún con el cuerpo girado hacia el espejo, ella sintió sus grandes manos acariciar su cuerpo, moverse por su pequeño torso y agarrarle los pechos. Las chispas que se encendían a través de su cuerpo hacían que le temblaran las rodillas.

Con la otra mano del desconocido en su pierna izquierda, Jasmine dejó caer la cabeza. Quería que la besara. Otros chicos la habían besado antes pero ninguno la había hecho sentir así. Quería que un hombre la besara. Acercando más y más sus labios a los de él, luchó por respirar en anticipación.

Cuando sus labios por fin se tocaron, ella supo que le pertenecía. Sus labios eran fuertes y cálidos, y cuando le abrieron sus propios labios, ella se convirtió en una arcilla flexible movida por su lengua, como si no tuviera voluntad excepto la de él.

Una onda de placer creció y rompió dentro de ella con un gemido cuando el desconocido, para su sorpresa, movió la mano por dentro de su falda y retiró a un lado su suave ropa interior. Ningún chico había sido nunca tan directo con ella. Se encontraba en un nuevo territorio y le gustaba. Ahora con su lengua llenando su boca y su mano sobándole el pecho, buscaba con el dedo la suave prominencia que contenía su sexo. Y cuando la encontró, la sensación le hizo perder el equilibrio.

Todo el cuerpo de Jasmine rodeó al del desconocido. Con sus pies en el aire, los dobló para envolver al desconocido como un pulpo devorando a su presa. Le agarró del cuello firmemente con sus brazos y para cuando pensó que había terminado, se desparramó sobre él como una segunda piel cuyo centro era el nudo que ondulaba hacia delante y hacia atrás bajo su tacto.

“Ahh,” gimió sintiendo una fuerza que no había sentido nunca. “Ahh!” gimió más alto agarrándose al cuerpo de él.

El cuerpo de Jasmine tembló y se congeló todo al mismo tiempo. Sus dedos y su lengua se agarraron a aquello que podían encontrar. Pero sus adentros temblaban. Palpitaban. Y con un pulso repentino que había leído sólo en los libros, sus carnes dejaron escapar una marea de sensaciones que le dejó el alma inútil excepto para comprender y devorar el placer. Jasmine sintió cómo la razón le abandonaba el cuerpo por un momento, y cuando volvió en si, descubrió que sus pies tocaban de nuevo el suelo y que los brazos se deslizaban soltando a su hombre, y caían pesados hacia los lados.

Con los ojos cerrados, comenzó a examinar su cuerpo. El calor de las fuertes manos del hombre hacía que quisiera llevarlo hacia dentro de ella. Quería posar sus manos en las suyas para sentir más, pero aún era incapaz de moverse así que cerró las piernas para sentir todo lo posible sus dedos inmóviles.

Jasmine, sintiendo que tenía que abrir los ojos, miró hacia el espejo para encontrarse con sus ojos metálicos una vez más. Devolviéndole la mirada, supo que él tenía un plan, y ella lo sabía muy bien. Cuando le soltó los labios hinchados, haciendo que se levantara sola, ella comprendió cuál era. El bulto que presionaba contra su casi desnudo culo era de él. Y al ver que se separaba y escuchar el sonido de la cremallera sus vaqueros desgastados al bajar, supo lo que vendría después.

Jasmine se congeló de miedo esta vez. No le temía a él ni a la pérdida de su inocencia. Lo que temía era lo que pudiera ocurrir aquí. No había esperado tanto ni apartado a todos los chicos que se arrastraban por ella para entregar su virginidad apoyada en un lavamanos de un bar en Bahamas. No, ella había soñado algo más. No tenía la fortaleza para parar al hombre que podría ser el más guapo que había visto, pero deseó que parara.

El deseo fue suficiente. Mirando a los ojos clementes del desconocido, él se detuvo. El corazón de Jasmine se apretó pensando que su experiencia podía haber terminado. Rezó por que no fuera así.

“Aquí no”, pensó mirando de nuevo a los baños abiertos y a la pintura descascarada de las paredes. “En cualquier sitio menos aquí”.

El desconocido, sintiendo sus pensamiento, la soltó completamente. Para Jasmine, pareció como si le hubieran arrancado el corazón. La pérdida que sintió por su marcha la paralizó y quiso hacer cualquier cosa para sentirlo de nuevo.

El hombre se subió de nuevo la cremallera, miró a Jasmine una vez más y a continuación salió del baño. No queriendo que se machara, ella le siguió. No le importó quién pudiera mirar cuando volvió a entrar al bar. Sí, ambos habían salido juntos del baño de mujeres, pero estaba en un país que no volvería a visitar de nuevo. Por esta razón, y por primera vez, no le importó lo que pensaría quien le viera. Esto fue lo que el desconocido de ojos grises le hizo y le había gustado.

Cuando el hombre le condujo a través de las mesas, pensó en la bebida que aún no había pagado y no le importó. Un paso tras de él, le llevó a las gruesas planchas de madera del muelle por donde él le guiaba a través del laberinto de riqueza extravagante y privilegios.

Lo que le había traído al bar hacía tres noches habían sido los yates. Nunca había visto barcos tan grandes antes. Había barcos de vela de 15 metros de eslora y cruceros de 21 que iban más allá de su imaginación, pero el barco que en realidad la había impresionado era al que el desconocido parecía estar dirigiéndose. 

Subiendo a la rampa inclinada, estaban allí. Era el crucero personal de 45 metros que flotaba izándose sobre todos los demás barcos. Era el barco que había tenido que costar más que todas las casas de su calle suburbana de clase media juntas. Era el yate más extravagante que había visto nunca y estaba a punto de subir a bordo.

Saliendo a la cubierta, Jasmine miró alrededor. Estaba impecable. Incluso a la luz de la luna pudo ver que las sillas de la cubierta estaban hechas de una madera brillante y con aspecto caro, y las toallas que colgaban junto a ellas estaba colocadas perfectamente. Mirando hacia arriba había dos camarotes sobre ella y no podía adivinar cuántos pisos habría por debajo.

“Esto no puede ser todo suyo”, pensó Jasmine. “No puede tener más de 35 años. ¿Cómo puede alguien tan joven y guapo ser también tan adinerado?”.

Por primera vez, el desconocido se paró y miró hacia ella. Jasmine se quedó quieta sintiendo que el desconocido quería desvestirle con los ojos. A ella le encantó y quiso más. Quería que la tomara en sus brazos y que le desgarrara la ropa con los dientes. Pensamientos que nunca antes había tenido le pasaron por la mente. Quiso sentir el sensual ritmo de su corazón. Quería rendirse a él de todos los sentidos.

Como una serpiente, el hombre cruzó el espacio agarrándose al cuello de Jasmine. Ella saltó por su brusquedad. Casi incapaz de recuperar el equilibrio, se encontró con el cuerpo contra el de él, que le sacaba rápidamente el ligero vestido por la cabeza.