PROBLEMAS CON MI JEFE CASCARRABIAS

Capítulo 1

Hil

 

—Creo que acabo de matar a alguien —dije con la sangre subiendo velozmente a mi rostro.

—Hil, ¿eres tú?

Una razón por la que amaba a Dillon era que se preocupaba mucho por mi bienestar.

—Soy yo. ¿Qué he hecho?

—¿Dónde has estado? ¡He estado muy preocupado! ¿Dónde estás?

—Estoy en un hospital —dije mirando a las otras personas preocupadas en la sala de espera.

—No, quiero decir, ¿en qué ciudad estás? ¿Estás bien?

—Estoy bien. Le presté mi coche a alguien y tuvo un accidente. Recibí una alerta en mi móvil que decía que la habían chocado por detrás y que habían llamado a una ambulancia. Dillon, creo que alguien trató de tirarme por un barranco.

—Hil, tienes que decirme dónde estás.

—No sé dónde estoy. Es un pequeño pueblo en Tennessee. Pero estoy bien. Solo necesitaba escuchar tu voz. No puedes decirle a nadie que has hablado conmigo.

—Remy me ha estado preguntando por ti. Dijo que tu padre está preocupado.

—Definitivamente no puedes decírselo. Prométeme que no lo harás.

—Hil…

—¡Prométemelo!

—Vale. Lo prometo. Pero no puedes desaparecer así de nuevo.

—No lo haré. Pero tengo que hacerlo. Necesito demostrarles que puedo arreglármelas solo.

—¿No acabas de decir que alguien trató de tirarte por un barranco?

—Estaré bien, Dillon. Puedo hacerlo.

—Me dijeron que trajeron a mi madre aquí —dijo alguien con un acento sureño muy sensual, distrayéndome de mi conversación con Dillon.

Levanté la mirada y vi a un tipo en el mostrador de la recepción a seis metros de mí. Tenía el pelo negro azabache, hombros anchos y complexión atlética. Solo podía ver su espalda, pero me atraía. Y cuando el tipo que me llevó al hospital corrió hacia él, me levanté para reunirme con ellos.

—Me tengo que ir.

—No desaparezcas así otra vez. Tienes que decirme dónde estás.

—Te llamaré pronto. Te lo prometo, Dillon.

Colgué la llamada y me uní a los dos chicos en el mostrador de la recepción. Marcus, el que había conducido, se volteó para mirarme cuando llegué.

—Hil, él es Cali. La Dra. Sonya es su madre.

El tipo más alto me miró. Mis rodillas temblaron cuando lo hizo. Había algo en su olor y en la forma en la que sus ojos se clavaban en los míos que me hacía sentir débil.

—¿Por qué mi madre conducía tu coche? —espetó el hombre hermoso.

Retrocedí, tomado por sorpresa. Ciertamente, podía entender por qué podría estar molesto. Yo también lo estaría si estuviera en su situación. ¿Pero no podía ver que yo también estaba preocupado?

—Ella admiró mi coche cuando llegué por primera vez al hostel. Lo mencionó varias veces, así que, como se suponía que me iría hoy, le pregunté si le gustaría dar una vuelta. ¿No debería haberlo hecho? ¿No conduce bien?

Luego de mirarme fijamente, Cali cedió.

—No, está bien. Es tan buena conductora como cualquiera. No podrías haber sabido lo que sucedería. Lo siento, ¿cuál es tu nombre, otra vez?

—Es Hilaire, pero todos me llaman Hil —dije ofreciéndole mi mano.

Cogió mi pequeña mano con la suya, y la sostuvo por más tiempo de lo que esperaba. La forma en que me miró me hizo sentir vulnerable. Fue como si pudiera ver dentro de mí. No tenía secretos para esa mirada.

—Un gusto conocerte, Hil. Supongo que debería disculparme por lo que le pasó a tu coche.

—No seas absurdo. Para eso está el seguro. Solo espero que tu madre esté bien.

Cali me soltó la mano y se dio la vuelta, rompiendo cualquier conexión que hubiéramos tenido. Me dolió sentir que se iba. La desventaja de criarte como yo es que nunca tienes la oportunidad de conocer a tipos como Cali. Mi padre era tan protector que no fui a la escuela. Solo tuve tutores. Nunca tuve una vida.

Cuando mi padre se dio cuenta de que me gustaban los chicos, no le dio mucha importancia. Pero empezó a protegerme de ellos también. Me sentía como su princesita. Pero no porque estuviera esperando encontrar un príncipe. Era porque me decía que no se podía confiar en mí para nada. Esa es en parte la razón por la que estaba de viaje, para demostrar que podía sobrevivir por mi cuenta.

Para ser honesto, la otra razón es que no conocía muy a menudo a tipos como Cali, o que me hicieran sentir como él. A los veinte años, todavía era virgen. Eso no cambiaría nunca si continuara viviendo bajo la protección de mi padre. Tuve que marcharme. Pero ahora estaba en un hospital en medio de quién sabe dónde en Tennessee, sin saber qué hacer, adónde ir o cómo llegar allí.

—Gracias por venir, Marcus. Pero no tienes que quedarte. Estoy seguro de que tienes mucho que hacer. No quiero retenerte aquí —dijo Cali sin mirarlo.

—No, puedo quedarme todo el tiempo que me necesites. Ella es tu madre, pero también me preocupo por ella.

—Gracias. Pero Claude y Titus llegaran pronto. No es necesario que te quedes —dijo el tipo musculoso con desdén.

—No, en serio, puedo quedarme todo el tiempo que sea necesario.

Cali lo observó con una mirada que podría haber sido cincelada en mármol.

—Marcus, vete. Te haré saber cómo está. Estoy seguro de que Hil también necesita un aventón para regresar.

Me sobresalté al escuchar que decía mi nombre con el mismo tono desdeñoso. ¿No quería que nos quedáramos allí? ¿Estaba enojado conmigo porque, de no haber sido por mí, su madre no estaría en el estado en el que se encontraba?

Puse mi mano en el hombro de Marcus.

—Deberíamos irnos. Estoy seguro de que Cali nos avisará cuando sepa algo más.

Cali me miró con alivio en su rostro. No sabía por qué. ¿Pasaba algo entre ellos? ¿Habían vivido alguna experiencia complicada?

Miré a Marcus para estudiarlo mejor. No era mi tipo como lo era Cali, pero aun así era muy atractivo. No estaba ni cerca de la complexión del Adonis que estaba a su lado, pero estaba en forma y tenía los mismos hoyuelos que Cali.

—Puedo llevarte a la casa de la Dra. Sonya —dijo Marcus demasiado triste como para mirarme a los ojos.

—Gracias —dije como si no deseara quedarme tanto como él.

—Lamento otra vez lo que le pasó a tu madre —dije capturando la atención de Cali pero no su mirada.

Apenas me reconoció. Al mirarlo fijamente, quise abrazarlo con desesperación y decirle que su madre estaría bien. Pero tenía puesta una armadura espinosa que no podía penetrar.

Tal vez pudo notar que yo era gay y no le gustó. En el mundo en el que crecí, ocultar tu debilidad era el primer paso para sobrevivir. Mi atracción por los chicos era mi debilidad. Al menos eso pensaba mi padre. Por eso yo hacía todo lo posible para ocultarlo.

Desafortunadamente, cuando conocí a chicos que estaban más buenos que el pecado, ocultar cómo me sentía era como pretender esconder un elefante detrás de un poste de luz. Cali era así de atractivo. Y tal vez no le gustaban los elefantes.

Como Cali nos pidió, Marcus y yo nos fuimos en silencio hasta su camioneta para regresar al hostel. En el camino, parecía tan confundido por nuestra interacción con Cali como yo. Cali no parecía un mal tipo. ¿Es que simplemente no era muy hablador? ¿Tenía fama de ser callado?

Hablando de historias, ¿él y Marcus tenían una? ¿Había alguna razón por la cual los dos estaban tensos? ¿Tenía que ver con algo sexual?

—Necesito disculparme por la forma en que reaccionó Cali. No suele ser tan… —Marcus hizo una pausa.

—¿…rápido para deshacerse de la gente?

Marcus se rio.

—No, eso es típico de Cali. Sin embargo, suele ser un poco más amable. No deberías tomártelo como algo personal.

—¿Y tú te lo tomaste así?

—¿Que yo qué?

—¿Te lo tomaste como algo personal?

Su boca se abrió, pero no habló. Le tomó un tiempo responder.

—A veces. Él y yo fuimos a la misma escuela secundaria. Cali estaba en el equipo de fútbol y las chicas se le echaban encima. No estábamos exactamente en los mismos círculos.

»Nuestras madres son amigas, por eso nos vimos obligados a pasar tiempo juntos a menudo. Siempre me sentí como una molestia para él. Supongo que nada cambia.

—Entonces, ¿Cali tuvo muchas novias? —pregunté incapaz de ocultar mi intención.

Por la forma en la que me miró, Marcus se unió a la larga fila de personas que podían ver a través de mí. Se rio.

—Lo curioso es que, aunque había una fila interminable de chicas detrás de él, nunca lo vi con ninguna. Es más un tipo melancólico y solitario.

—Mencionó que irían dos muchachos al hospital. ¿Supongo que alguno de los dos es su novio? —pregunté vacilante.

Marcus se rio de nuevo.

—No, Claude y Titus son hermanos que no ha visto en mucho tiempo.

—¿Hermanos que no ha visto en mucho tiempo?

—Sí. El otoño pasado, el novio de Titus les hizo una prueba de ADN y resultó que los tres tienen el mismo padre.

—¡Oh, vaya!

—Eso es exactamente lo que pensó el resto del pueblo. Fue un verdadero escándalo. Nadie podía dejar de hablar de la madre de Cali. ¿Los tres tenían el mismo padre? ¿Cómo son tan cercanos en edad? ¿Quién es ese hombre?

»Ninguna de las madres dijo nada. Supuestamente, tampoco se lo dijeron a sus hijos. Con Cali y la Dra. Sonya éramos bastante unidos hasta entonces. Ahora, Cali pasa la mayor parte del día en la universidad.

—¿Cali va a la universidad?

—Sí. Está en el equipo de fútbol. Los dos, él y Titus. La temporada pasada, Titus batió el récord de yardas corridas en su posición, y Cali el récord de yardas pateadas.

—Eso es una familia atlética.

—Así parece —dijo Marcus con una mueca dolorosa en los ojos.

—¿Supongo que no vas a la universidad? —pregunté asumiendo que él tenía más o menos mi edad.

—No fui bendecido con la habilidad natural que tiene tanta gente de este pueblo. Si estaba en el agua, ciertamente no la bebí —dijo con una sonrisa.

—No, pero he probado tus pasteles. No necesitas jugar al fútbol cuando puedes hacer cosas tan ricas. Conozco gente que mataría por uno de tus croissants de chocolate —dije con sinceridad.

Marcus se sonrojó. Fue suficiente para hacerme pensar que estaba interesado en mí. Solo me tomó un momento imaginarlo desnudo antes de darme cuenta de que lo veía más como a un hermano que como a alguien con quien quisiera acostarme. Cali, sin embargo, el solo hecho de pensar en él me hacía sentir como si alguien me estrujara el corazón. ¿Es eso lo que significa sufrir por alguien?

—Gracias por decírmelo —dijo Marcus sacándome de mi cada vez más elaborada fantasía con Cali—. Así es como me relajo, horneando pasteles.

—Cambiaría un brazo por ser tan bueno en algo como tú lo eres en la repostería. No sé ni cómo hervir un huevo.

Marcus se rio. Debió haber pensado que estaba bromeando. No lo estaba. Siempre tuvimos amas de llaves y chefs cuando era chico. Por un corto tiempo, incluso tuvimos a un degustador de comida. Es un poco difícil aprender a sobrevivir por tu cuenta cuando tienes un suministro interminable de personas a las que se les paga para que hagan las cosas por ti.

En los siguientes cuarenta y cinco minutos de viaje, cambiamos de tema de conversación, y me contó sobre cómo fue crecer en un pueblo pequeño. Es muy diferente a crecer en Nueva York. Le pregunté si alguna vez había atrapado luciérnagas en un frasco de vidrio. Se rio y me dijo que sí.

—Luego me dirás que pescabas en el arroyo con tus amigos.

Me miró avergonzado.

—No, ¿en serio?

—Lo que no entiendes es que hay pocas cosas que hacer por aquí. Pero ¿lo has intentado alguna vez? De hecho, es bastante divertido.

—Supongo. Tiene que ser mejor que fingir de forma rara que no estás enamorado de ningún chico medio decente con el que tus padres te organizan un encuentro para jugar.

Marcus me miró con empatía.

—Entonces, ¿te gustan los chicos?

—Si con eso te refieres a anhelar desesperadamente tener uno en mí, entonces sí —admití con una sonrisa.

—Eso es guay —dijo como si lo pensara en serio.

—Claramente nunca te han gustado los chicos—. Me reí.

Marcus apartó la mirada sin responder. Había algo que no me estaba diciendo. Tal vez si hubiera tenido la oportunidad de refinar mi radar gay, sabría con certeza si lo era o no. Al único que conocía que le gustaban los chicos era a Dillon, y a él le costaba tanto ocultarlo como a mí.

Cuando regresamos al hostel, Marcus me preguntó si necesitaba algo ya que no tenía coche. Le dije que estaría bien. Luego me dio su número y me dijo que lo llamara si necesitaba algo. Me sentí agradecido.

Estaba intentando ser independiente y autosuficiente, pero la verdad era que no sabía lo que estaba haciendo. ¿Qué iba a hacer sin un coche? Más que eso, ¿qué iba a hacer sin dinero?

Si intentas hacer el tipo de viaje que yo había planeado, no puedes depender de la tarjeta de crédito de tu padre. Las compras con tarjeta de crédito se pueden rastrear. Si la usaba, mi padre sabría exactamente dónde estaba.

Como alternativa, podías coger el coche familiar que no tenía un dispositivo de rastreo, guardar algunas de las pilas de dinero en efectivo que tu padre escondía en la casa, apagar tu móvil y hacer lo que quisieras.

Esa fue la opción que elegí. Pero también guardé el dinero en mi coche pensando que allí estaría más seguro. ¿Lo debería haber pensado antes de permitir que la Dra. Sonya saliera a dar una vuelta con él? Claramente. Pero ¿cómo podría haber adivinado que mi coche y todo mi dinero terminarían en el fondo de un paso de montaña?

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? No tenía coche, no tenía dinero en efectivo y, si no me equivocaba, la Dra. Sonya había reservado mi habitación a otra persona esa noche.

No era que no tenía ninguna opción. En el peor de los casos, siempre podía usar mi tarjeta de crédito o llamar a casa. Pero no quería hacer eso. Por una vez en mi vida, quería demostrarle a mi padre que no era un completo inútil. Que podía cuidar de mí mismo. Pero cuanto más tiempo pasaba en mi pequeña aventura, más empezaba a pensar que no podría.

Al entrar al hostel, los rostros de cuatro personas se giraron rápidamente hacia mí. Parecían dos parejas vestidas para unas vacaciones aventureras. Al ver sus botas de montaña y sus mochilas grandes en el suelo junto al sofá, entendí que eran los huéspedes que la Dra. Sonya esperaba y que ocuparían mi habitación. No sabía qué decirles, así que, en lugar de decir algo, me fui rápido a mi habitación.

Detrás de la puerta cerrada, me derrumbé en la cama y me quedé mirando el techo. Me sentía muy perdido. Tenía que hacer algo, ¿no? No podía quedarme allí esperando que todo se arreglara. ¿Las personas autosuficientes no harían algo? ¿No se anticiparían a lo que podría pasar y se prepararían para ello?

Paralizado, me quedé allí durante más de una hora pensando en lo que debería hacer. Sabía que Dillon me ayudaría si pudiera, pero así no era nuestra relación. Yo era quien lo había adoptado. Dillon era el hijo de mi ama de llaves favorita. Después de que mis padres organizaron un encuentro para jugar, decidí que él tendría la vida que yo deseaba tener.

Cuando se graduó de la escuela secundaria, convencí a mi padre para que iniciara un programa de becas y me aseguré de que él obtuviera una. También me aseguré de que su dormitorio en la universidad estuviera amueblado con todo lo que necesitara. La beca incluía gastar dinero para que no tuviera que trabajar, y también recibía una asignación de ropa, así que podría encontrar a un buen chico y tener una vida feliz.

No lo hice porque deseara obtener algo de él. Es mi amigo. Solo quería que sea feliz. Estoy seguro de que él me ayudaría si pudiera. Pero estaba en Nueva Jersey y sabía la cantidad de dinero exacta que tenía en su cuenta bancaria. Pedirle ayuda no era una opción.

Al escuchar un golpe en la puerta, salí de mi espiral descendente. Me recuperé rápidamente, y me senté. Había oscurecido desde que me había acostado. Me puse de pie y encendí una luz.

—¿Sí? —dije encontrándome de repente cara a cara con los pómulos cincelados de Cali.

—Me preguntaba si vas a irte pronto —dijo con un peso inconfundible sobre sus hombros.

No quería cargarlo con mis problemas triviales. Ya tenía suficiente con lo que lidiar gracias a mí.

—Vale. Por supuesto. Supongo que perdí la noción del tiempo.

—Es solo que alguien reservó esta habitación para hoy, y todavía tengo que limpiarla…

—Entiendo.

—Si necesitas más tiempo…

—No. No tengo muchas cosas. Puedo dejarla en unos minutos.

En lugar de responder, su mirada me recorrió. Me provocó una sensación cálida que se instaló muy dentro de mí. Asintió apretando los labios y volvió a la recepción.

Bueno, la suerte estaba echada. Iba a tener que tomar una decisión. Así que metí las pocas cosas que tenía en mi bolso de viaje, me miré por última vez en el espejo y salí de la habitación.

—Me voy —dije a Cali cuando lo encontré en la cocina.

—Vale, gracias —dijo corriendo hacia la habitación que había dejado.

Sin ningún lugar a donde ir, me uní a los huéspedes en la sala de estar. Era un espacio cómodo. Los muebles tenían dibujos de pájaros. Había una alfombra decorada debajo de la mesa de café, y estantes que rodeaban el espacio con libros y chucherías de todo el mundo.

Me preguntaba cómo sería crecer en un lugar como ese. Parecía un hogar lleno de amor. Sabía lo que era eso. Mi padre siempre se dedicó intensamente a su familia. Mi madre, mi hermano y yo éramos todo para él. Pero el resto del mundo tenía motivos para temerle.

Cali solo tardó veinte minutos en regresar y acompañar a los nuevos huéspedes a sus habitaciones. Me miró y nuestros ojos se encontraron por un momento. Pero eso fue todo. Estaba ocupado. Lo entendía. ¿Cómo se suponía que iba a saber por lo que estaba pasando? Además, tenía cosas importantes de las que preocuparse.

Treinta minutos más tarde, cuando regresó a la sala de estar y descubrió que no me había ido, me sentí avergonzado. No podía mirarlo.

—¿Está todo bien? —preguntó atrayendo mis ojos a los suyos.

Al mirarlo fijamente, las lágrimas brotaron de mis ojos. Estaba siendo ridículo. Lo sabía. Tenía opciones. No tenía nada de qué quejarme. Pero allí estaba yo llorando mientras la persona que podría estar perdiendo a su madre se mantenía fuerte.

—Lo siento. Dejaré de ser una molestia ya mismo —dije levantándome, cogiendo mi bolso y corriendo hacia la puerta.

—Espera. ¡Détente! —ordenó refrenándome. Me quedé de espaldas porque no podía mirarlo.

—No tienes coche. ¿A dónde irás?

—Puedo llamar para que me den un aventón.

—Si pudieras hacer eso, ya lo habrías hecho. ¿Tienes adónde ir?

—De verdad, no tienes que preocuparte por mí. ¿Cómo está tu madre?

Como no respondió, me volteé para mirarlo. El dolor lo atravesaba.

—El doctor dice que eventualmente estará bien. Pero apenas puedo soportar verla así. Siempre ha estado tan llena de vida, ya sabes. Verla acostada allí con tubos conectados a ella, no puedo soportarlo.

Sin pensarlo, corrí hacia él y apoyé mi mano en su hombro. Si lo hubiera pensado antes, no lo hubiera hecho. Como no se apartó, me alegré de haberlo hecho.

—¿El doctor dice que va a estar bien?

Él confirmó asintiendo con la cabeza.

—Eso es muy bueno. No puedo decirte lo feliz que me hace escuchar eso.

Como si se hubiera arrepentido de haberme revelado un atisbo de lo que escondía bajo de su máscara, rápidamente se enderezó y se alejó.

—Gracias. Y siento mucho lo que le pasó a tu coche. Mi madre tiene seguro. Se encargará de eso.

—En serio, no te preocupes por eso. Solo preocúpate por tu madre y por todo lo demás que seguro estás pasando.

—Estaré bien. Pero no respondiste mi pregunta. ¿Tienes adónde ir?

Me pregunté qué debería decirle. Ya le había dicho que estaría bien. No había aceptado esa respuesta. Luego de decidir que le diría la verdad, negué con la cabeza.

—Entonces te quedarás aquí —dijo amablemente.

—Pero la habitación está ocupada.

—Te quedarás en mi habitación —dijo con confianza.

Mi boca se abrió cuando intentaba entender qué estaba sugiriendo. Lo aclaró rápidamente.

—Me quedaré en la habitación de mi madre. Mi habitación no es la gran cosa, pero…

—Sí, gracias. Estoy seguro de que será más que suficiente —dije sintiendo que el alivio me invadía.

—Dame unos minutos para arreglarla y tal vez cambiar las sábanas —dijo con la piel clara de sus mejillas volviéndose roja.

—No es necesario que te tomes tantas molestias —imploré.

—No, solo dame un minuto. Vuelvo enseguida —dijo antes de subir corriendo las escaleras.

Observé su culo mientras se iba. ¡Joder!

 

 

Capítulo 2

Cali

 

Mientras lo guiaba por el pasillo hasta mi dormitorio, me imaginaba al tipo que me seguía. Su cabello rizado y despeinado le caía hasta la mitad de la frente. Y sus ojos muy abiertos y sus labios carnosos y rosados me recordaban a una muñeca Kewpie. Tenía que ser el chico más guapo que había conocido.

Sin embargo, no era el momento de pensar en eso. Tenía que preocuparme de otras cosas. Mi madre estaba en el hospital. Era difícil no culparme a mí mismo por eso.

Desde que me enteré de que Titus, Claude y yo somos hermanos, las cosas se volvieron tensas entre mi madre y yo. Cuando la confronté, se alejó apretando los labios. Ella lo sabía. Durante toda mi vida, supo que yo tenía hermanos y nunca me lo dijo. ¿Por qué? ¿Cómo pudo hacerme esto?

—Es aquí —dije volteándome para ver al tipo más bajo y delgado que caminaba detrás de mí.

—¿Estás seguro de que no hay problema? —preguntó con un atisbo de vulnerabilidad en sus ojos.

—No hay ningún problema —dije mirándolo fijamente.

El chico guapo continuó mirándome como si quisiera decirme algo. No podía imaginar qué. Sentí un dolor en mi pecho cuando le devolví la mirada. Abrumado por el deseo de aferrarlo entre mis brazos y deslizar mis dedos por su cabello enrulado, miré hacia otro lado para recomponerme.

—¿Crees que tu madre volverá a casa pronto? —preguntó atrayendo mi mirada.

—No te preocupes. Puedes quedarte en la habitación todo el tiempo que necesites.

  Hil parecía avergonzado.

—No te lo pregunté por eso.

Cuando lo miré de nuevo, estaba claro que no me lo estaba preguntando por eso.

—Cierto. No, estoy seguro de que serán al menos un par de días. El médico me dijo que se ve mucho peor de lo que está. Por suerte, en su mayoría son rasguños y moretones. Se salvó bastante del daño interno que podría haber complicado las cosas. Pero no está fuera de peligro del todo. Regresaré por la mañana para ver cómo está —dije superado otra vez por el arrepentimiento.

—Por favor, dale mis mejores deseos.

Lo miré. El dolor en sus ojos me dijo que realmente pensaba que lo que le había pasado a mi madre era su culpa. No podía entender por qué. No era él quien la había chocado o la había abandonado en la escena del crimen. Fue él quien llamó a la ambulancia que la rescató.

Asentí apretando los labios antes de dirigirme al dormitorio de mi madre y dejar a Hil en el camino. Cuando abrí la puerta al final del pasillo, no miré hacia atrás. Quería hacerlo con desesperación, pero no quería encariñarme demasiado. Podría irse para cuando me despertara y estaba cansado de que me rompieran el corazón.

La confianza era un problema para mí, y no ayudaba el hecho de que la persona en la que creía que podía confiar más me hubiera hecho vivir en una mentira. Así que no iba a permitirme sentir algo por Hil sin importar cuán hermosos fueran sus ojos. Tenía que protegerme de él.

Sin embargo, con la puerta cerrada detrás de mí, pensé en él de nuevo. Tan pronto como lo hice, mi polla se puso dura. Puse mi mano sobre ella y la apreté con firmeza.

No era la primera vez que sentía algo por un chico, pero las otras veces no me había sentido así. Había tenido enamoramientos, pero ahora sentía que pasaba algo más. Y cuanto más lo sentía, más sabía que necesitaba luchar contra eso.

Me quité la camiseta y los jeans y caí en la cama de mi madre, tratando de sacarlo de mi mente. Era raro estar allí. No había dormido en su cama desde que era niño.

Lo que le había dicho a Hil era verdad. El Dr. Tom, el médico de mi madre, había dicho que creía que mi madre se recuperaría por completo. Pero lo que no le había dicho a Hil era lo horrible que se veía. Moretones morados cubrían su piel clara. Y como estaba llena de analgésicos, me miró sin reconocerme.

Mi madre siempre fue muy fuerte. Llena de vida. Solía pensar que ella era “demasiado”. Ahora daría cualquier cosa para que volviera a ser como era.

Tenía que haber una razón por la que no me había dicho que tenía hermanos, ¿verdad? ¿Y por qué siempre se negó a decirme algo sobre mi padre? Tenía que haber una razón.

Pero nada de eso importaba ahora. Lo único que importaba era que ella mejorara. E iba a hacer todo lo necesario para que eso sucediera.

 

Sentado en la sala de espera a la mañana siguiente, las imágenes se reproducían en mi mente. ¿Mamá se verá mejor? ¿Peor? ¿Las drogas que está tomando enmascaran una lesión en la cabeza que le robará el espíritu?

Apenas dormí la noche pensando en ello. Fui un tonto al pelearme con ella. Daría cualquier cosa por tenerla de vuelta.

—¿Señor Shearer? —dijo la mujer corpulenta y de piel oscura sentada en la recepción.

Me levanté rápidamente y me paré frente a ella.

—Soy yo —dije con el corazón palpitando en mi garganta.

—Puedes ir ahora —dijo casi sin mirarme.

¿Su contacto visual incómodo se debía a que las cosas no habían salido bien durante la noche? El calor me atravesó cuando pensé en esa posibilidad.

  —La trasladaron a la habitación 201. Está en el segundo piso. ¿Necesitas indicaciones para llegar?

  —¿La cambiaron de habitación?

Los ojos cansados de la mujer se encontraron con los míos. Después de solo un segundo, se posaron de vuelta en la hoja frente a ella.

—Aquí dice que fue trasladada debido a una mejoría en su estado. Es algo bueno —dijo con una sonrisa practicada.

—Gracias —dije aliviado y me dirigí a las escaleras.

No me gusta el olor de los hospitales. Huele a muerte. Lo sabía demasiado bien. No podía soportar perder a mi madre. Y aunque me esforzaba por no pensar en ello, ese pensamiento inundaba mi mente mientras caminaba por los pasillos.

Cuando encontré la habitación 201, cogí la perilla y me detuve. Realmente no podría soportar que el estado de mamá hubiera empeorado. Todo era una pesadilla. Mi corazón se aceleraba y mi respiración se agitaba al pensar en ello.

Llamé y empujé ligeramente la puerta, reuniendo todo el coraje que podía. Cuando eché un vistazo, contuve la respiración.

—¿Cali? —dijo una voz tensa pero familiar desde dentro.

—Sí, soy yo, mamá.

—Me alegro de verte —dijo con ojos somnolientos y una sonrisa.

Dejé que la puerta se cerrara detrás de mí, y me acomodé al lado de su cama. Aunque estaba más despierta que la noche anterior, se veía algo peor. Todos sus moretones morados se habían oscurecido. No podía imaginar que eso fuera una buena señal, pero ¿no la habían trasladado a otra habitación porque estaba mejor?

—Así de malo, ¿eh? —dijo mi madre leyendo la mirada en mi cara.

—No, mamá. Te ves mejor.

Mi madre sonrío.

—Te diré un secreto, Cali. Se te nota cuando mientes. Una madre lo sabe —dijo enfatizando su acento jamaiquino generalmente leve.

¿Era cierto? ¿Podía saber que estaba mintiendo? Ciertamente estaba mintiendo esa vez.

—Mamá, ¿cómo sucedió?

La tristeza entró en los ojos de mi madre. Era la misma que mostraba cada vez que yo mencionaba a mis hermanos recién encontrados.

—¿Tiene algo que ver con mi padre? —Me miró fijamente a los ojos—. Tiene que ver, ¿no es así?

—No lo sé. Y tú tampoco podrías saberlo, así que no tiene sentido que lo preguntes.

—¿De qué estás hablando? Alguien me dijo que chocaron tu coche por detrás. Podrían haberte matado. Casi te pierdo. Si todavía estás en peligro, necesito saberlo. Si alguien está tratando de hacerte daño por mi culpa…

Mamá cogió mi mano entre las suyas. Al mirarla, todo lo que pude ver fueron los tubos conectados a sus brazos.

—Lo que pasó fue un accidente. Eso es todo.

—Pero ¿y si no fuera así? Tienes que decirme quién es mi padre. Si es alguien peligroso, tengo que saberlo. Titus, Claude y yo necesitamos saberlo.

Por primera vez desde que descubrí que no me había dicho todo sobre mi pasado, mi madre me miró con empatía. Esperaba que le siguiera una explicación. Pero no fue así.

—¿Incluso ahora no me vas a decir nada?

—Cali, no hay nada que decir.

Aunque me sentía muy aliviado de que mi madre fuera más ella misma, estaba furioso con ella de nuevo. Yo merecía que me dijera la verdad. Me estaba ocultando una parte de lo que soy.

Tal vez si supiera quién es mi padre, podría entender cosas sobre mí que no entendía. Quería gritarle eso a mi madre, pero no podía. No entonces, y tal vez ya no podría.

—Voy a tomarme un descanso de la universidad para encargarme del hostel —dije cambiando de tema.

—¡No! —respondió con énfasis.

—¿Qué quieres decir con que no? Hay huéspedes alojados. Ahora que el negocio está empezando a mejorar, tenemos que pensar en las reseñas.

—Prométeme que esto no afectará tus estudios.

—¿Crees que me importa la universidad en este momento? ¿Te das cuenta de dónde estás?

—¡Prométemelo!

—¡Mamá!

—¡Dije, prométemelo! Tu educación es lo único que importa. Siempre debe ser lo primero.

—No hay nada más importante que tu salud —expliqué.

Ella apretó mi mano.

—Gracias. Pero los médicos se encargarán de eso. Tú solo te preocuparás por tus calificaciones. Deja que yo me ocupe del negocio.

—Lo dices así, pero ¿qué puedes hacer desde esta cama?

—Más de lo que piensas —dijo con una sonrisa.

Miré a mi madre cubierta de moretones, pero aun pensando que podría con todo. Esa era la mujer con la que me había criado. Ni siquiera caer por un barranco de doce metros de profundidad podía detenerla. Sonreí y se lo concedí.

—No voy a dejar la universidad. Pero tendré que tomarme un descanso, al menos por unos días.

—No, no lo harás.

—Mamá, estás siendo ridícula.

—Prométemelo —dijo en voz baja pero con más peso del que merecía esa palabra.

—Lo prometo —dije sabiendo que mi madre era una maestra de hacer lo imposible. Ahora yo iba a tener que averiguar cómo hacer lo mismo.

 

 

Capítulo 3

Hil

 

—Vamos, Hil. Tienes que decirme dónde estás —dijo Dillon usando el tono con el que imploraba cada vez que quería que lo tomaran en serio.

—Ya te dije que estoy bien —dije observando la habitación con temática de fútbol de Cali.

—Lo dices, pero ¿cómo sé que es verdad? Dijiste que podrías no estar disponible por unos días y luego te desconectaste durante más de una semana. ¿Suena a alguien en cuya palabra puedo confiar?

Aunque no quería admitirlo, Dillon tenía razón. Es una mierda lo que hice. Simplemente me largué sin decirle a nadie adónde iba ni cuándo volvería.

Pero no me arrepentía porque era la única manera de escapar. ¿Y si mi padre, o incluso mi hermano lo contactaran? Dillon mentía muy mal. Si supiera algo, ellos lo sabrían y eventualmente se lo sacarían.

Lo estaba manteniendo a salvo al no decirle que me iba… incluso aunque me mataba que sintiera que ya no podía confiar en mí… y la confianza de Dillon significara todo para mí…

—Bien —dije desmoronándome ante la idea de que podría perderlo como amigo—. Te diré dónde estoy. Pero sin detalles específicos.

—Me conoces, tomaré todo lo que pueda —dijo Dillon refiriéndose en broma a su vida amorosa.

  Me reí.

—Ahora estoy en la habitación de un jugador de fútbol muy guapo, acostado cómodamente debajo de sus sábanas.

Hubo una pausa en el otro extremo seguida de un penetrante:

—¿Qué?

No pude evitar que se dibujara una sonrisa en mi rostro.

—Sí. Estoy mirando todo su equipo de fútbol en este momento —dije mirando el equipo deportivo que estaba apilado en la esquina de la habitación.

—Oh, ahora tienes que decirme dónde estás.

—Ya te lo dije, estoy bien.

—Mmm, suenas un poco mejor que solo bien.

—Tal vez —dije con una sonrisa.

—Pero no entiendo. Ayer me dijiste que pensabas que habías matado a alguien.

El recuerdo de cómo fue esperar a Cali en el hospital borró la sonrisa de mi rostro.

—Sí. Eso también pasó.

—¿Cómo es que casi matas a alguien? —preguntó Dillon con delicadeza.

—Tendría que haber dejado el coche de mi familia apenas pasé por el primer lugar de alquiler de coches.

—Por cierto, Hil, ¿cuándo obtuviste tu licencia de conducir?

Dillon sabía la respuesta a esa pregunta. No la había obtenido. No solo porque era de la ciudad de Nueva York, sino porque también tenía un conductor que me llevaba a donde yo necesitaba. Y cuando llegábamos al lugar, mi conductor se convertía en mi guardaespaldas. Esa no es una buena manera de crecer.

Aunque, para ser justo, me llevó menos de dos semanas estando por mi cuenta para que alguien sacara mi coche de la carretera. ¿Estaba cometiendo un error tremendo al andar sin seguridad? ¿Estaba firmando mi propio certificado de defunción huyendo de las personas a las que se les pagaba para mantenerme a salvo?

No quería pensar en eso en ese momento. Había salido y quería aprovecharlo al máximo. Necesitaba averiguar cómo era tener una vida.

Remy la tenía, y como el primogénito de mi padre, estaba en mucho más peligro que yo. Sin embargo, mi padre no le exigía que tuviera un guardaespaldas. Él podía hacer lo que quisiera. Solo pensaba que yo no podía cuidar de mí mismo. Tenía que demostrarle que estaba equivocado. Tenía que demostrarle que podía ser independiente.

—¿Remy ha vuelto a preguntar por mí?

—¿Desde la última vez que hablé contigo?

—Remy puede ser insistente.

Dillon se rio.

—Eso quisiera. No sé si ya lo sabías, pero tu hermano es guapo. Podría entrar en mis MD en cualquier momento y obtener lo que quisiera.

—Y es por eso que no puedo decirte dónde estoy —dije con decepción—. Además, puaj.

Dillon no respondió.

Siempre me había sentido inseguro en relación a Remy. Él y yo no somos nada parecidos. No solo obtuvo toda la altura, sino también todos los músculos y tatuajes. Yo solo era su hermano pequeño y delicado que necesitaba que alguien hiciera todo por él. Odiaba eso. Haría cualquier cosa para que no fuera verdad.

—Me tengo que ir —dije a Dillon al perder mi entusiasmo por la llamada.

—¿A dónde y a hacer qué? —presionó para que le dijera más.

—Para ser honesto, no lo sé. Estoy bastante estancado aquí por ahora. Tal vez desayune. Resolveré las cosas a partir de ahí.

—Quiero que me llames todos los días para decirme que estás bien. Si no quieres que le diga a Remy que tengo noticias de ti, tendrás que concedérmelo.

—Te llamaré —dije ocultando lo mucho que agradecía que se preocupara por mí.

—Y sabes que vas a tener que darme más detalles sobre el jugador de fútbol, ¿verdad?

Sonreí.

—Apenas tenga algo que compartir, créeme, serás la primera persona a quien se lo diga.

—Mantente a salvo —dijo con la sinceridad suficiente para demostrarme que le importaba.

—Lo prometo —dije antes de colgar la llamada y mirar a mi alrededor.

¿Qué voy hacer hoy? Los días anteriores había conducido a los sitios de senderismo de los que me había hablado la Dra. Sonya. En realidad, no hice los senderos. Hubiera sido una locura. Pero las vistas en donde partían los senderos eran hermosas.

Sin embargo, eso hice cuando tenía un coche. Ahora iba a tener que hacer algo al respecto. Pero ¿qué? El único dinero que tenía eran los pocos cientos de dólares que tenía en mi cartera. Eso no me iba a llevar muy lejos.

La única posibilidad que veía era que terminara volviendo con mi familia y admitiendo que había fallado. Tal vez era inevitable, pero no tenía que suceder hoy. Lo que tenía que suceder era el desayuno. Con suerte, me estaría esperando cuando bajara.

Me preparé para cuando me encontrara con el chico hermoso que había dormido a unas cuantas puertas de distancia, salí de mi habitación y me dirigí a la cocina. Al cruzar la sala de estar, vi al mismo par de parejas que estaban allí cuando regresé del hospital.

—Disculpa, tú también te estás hospedando aquí, ¿verdad? —preguntó el hombre flaco y canoso vestido con franela y botas de montaña.

—Sí, se registraron anoche, ¿verdad?

—Sí. ¿Sabes si va haber desayuno? —preguntó, y al recordar algo, una idea se disparó en mi mente.

El chico guapo había dicho que se iría al hospital temprano. Teniendo en cuenta que había ido a ver a su madre, y que su madre era la que preparaba el desayuno, la cocina iba a estar vacía.

—Sí, va a haber. Y suele ser genial. Pero… —Mis ojos se movieron rápidamente mientras pensaba en lo que debería decir.

—¿Pero? —repitió el tipo.

Lo miré con una idea en mente.

—Podría ser un poco limitado esta mañana. ¿Puedes darme un segundo? Iré a comprobarlo —dije emocionado por la idea que se me ocurrió.

  Dejé al grupo, y entré en la cocina. Mirando alrededor, nada parecía demasiado intimidante. ¿No había visto mil veces a nuestro chef cocinar para nosotros? Algo de todo lo que había visto se me tenía que haber grabado, ¿no? ¿Qué tan difícil puede ser preparar el desayuno?

Abrí la nevera bien surtida y miré dentro. Todo estaba ahí. Parecía suficiente comida para alimentar a un ejército. Era abrumador.

—Huevos —dije recordando el delicioso revuelto que la Dra. Sonya había hecho para mí la mañana anterior.

Cogí uno de ellos, lo miré y luego saqué otro. Definitivamente eran huevos. No había duda al respecto. Y de alguna manera se suponía que lo que había dentro debía cocinarse y colocarse en un plato con una guarnición al costado.

  ¿Qué estaba haciendo? No sabía cómo hacer huevos revueltos. Ni siquiera podía hervir un huevo. Si me dejaran solo en una cocina completamente equipada durante una semana, probablemente me moriría de hambre.

—¿Sabes si estará listo pronto? —preguntó el tipo desaliñado, asomando la cabeza por la puerta de la cocina—. Tenemos una excursión de senderismo programada para dentro de una hora. Nos preguntamos si deberíamos desayunar en algún restaurante de afuera.

—No, no tienes que ir a otro lado. El desayuno estará en un segundo. Te avisaré cuando esté listo —dije ocultando mi terror con una sonrisa. Estaba seguro de que no lo notó.

Cuando se retiró con una mirada dudosa, volví a la tarea imposible frente a mí y traté de no entrar en pánico.

Cerré los ojos, y luego de tomar una respiración profunda, me enfoqué.

“Puedes hacerlo, Hil. No tiene que ser elegante. Simplemente tiene que ser algo que califique como desayuno”.

Con una nueva misión, devolví los huevos a su recipiente en la heladera. Los huevos revueltos eran de nivel intermedio. Yo era un principiante. Así que buscaría algo que fuera de ese nivel.

En la parte posterior del estante superior había algunos croissants de Marcus.

“¿Un desayuno continental?”, contemplé, recordando algunos de los viajes con mi familia a Francia.

Tomé los croissants, y abrí todos los armarios hasta que encontré los platos. Los acomodé lo mejor que pude, busqué un cuchillo y el recipiente de arcilla para la mantequilla que la Dra. Sonya me había presentado las últimas mañanas.

“Ahí está”, dije mientras el alivio me llenaba.

Me estaba acercando, pero necesitaba algo más.

“¡Cereal!”, solté sin saber por qué no lo había pensado antes.

  Rebuscando en los armarios, encontré dos cajas de cereales. Les ofrecería ambos. Tomé los tazones y la leche, pasé la puerta batiente y dejé todo en la mesa del comedor. Luego de llevar los croissants unos segundos después, llamé al grupo al comedor y observé nerviosamente sus rostros.

No parecían demasiado decepcionados. ¿No debería tomar eso como una victoria? Quiero decir, había descubierto cómo alimentar a cuatro personas. Técnicamente podría ser considerado un sustentador de la vida.

—Gracias —dijo el líder del grupo antes de que todos se sentaran y comenzaran a comer.

Luchando por contener mi emoción, les dije:

—Solo avísenme si necesitan algo más—. Y luego me retiré a la cocina.

Es difícil para mí expresar lo bien que me sentí al encargarme de eso. Tal vez no era tan inútil como todos pensaban. Tal vez podía lograrlo. No era como si todos los demás fueran más inteligentes que yo. Era solo que nunca nadie me había dado la oportunidad. Nunca había tenido que hacerlo. Pero si tuviera la oportunidad, ¿podría estar a la altura de las circunstancias?

Mientras esperaba en la cocina a que se fueran las parejas, volví a entrar al comedor con un plan. La emoción que sentí me hizo estremecer. Sería algo que ni siquiera habría podido imaginarme tan solo unos días antes. Pero estaba seguro de que podría hacerlo.

Cogí los platos y la comida extra, guardé todo y coloqué los platos en el fregadero. Mirando alrededor para ver qué más podía hacer, me di cuenta de que los platos no se iban a fregar solos. La pregunta era, sin embargo, ¿cómo se friegan los platos?

Mirando a mi alrededor, vi una botella de detergente lavavajillas. Mientras me preguntaba cómo funcionaba, exprimí un poco en los tazones. Las líneas verdes fluorescentes simplemente estaban allí. No sabía qué estaba esperando que hicieran.

Encontré una esponja en la parte posterior del fregadero, y se me ocurrió un nuevo plan. Era como un baño, ¿verdad? Excepto que un baño de platos. No era más que eso, ¿cierto?

Cuando terminé, los coloqué en el escurridor y los miré complacido. Acababa de fregar mis primeros platos. Realmente no fue tan difícil. Además, sentía una sensación de logro que rara vez sentía. Realmente era capaz de más de lo que nadie imaginaba.

Sintiendo una emoción nueva, dejé la cocina para ir a mi habitación. Tenía que averiguar qué más podía hacer. Tenía que haber algo más, ¿verdad? Fue entonces cuando pensé en Dillon. Su madre había sido nuestra ama de llaves. Si alguien sabía qué hacer, sería él.

—¿Cómo se maneja un hostel? —pregunté a mi amigo.

—¿Y yo cómo voy a saberlo? Nunca he estado en un hostel. ¿Has olvidado que nunca he estado fuera de Nueva Jersey?

—Lo sé —dije sintiéndome mal por asumirlo—. Es solo que…

—… ¿mi madre es ama de llaves?

—¡No!

—¿En serio, Hil?

—Vale. ¿Tan malo es?

—No es genial.

—Lo siento.

—No, está bien. Supongo que solo estoy sensible. Todos en esta universidad actúan como si tuvieran mucho dinero para quemar. Siguen invitándome a hacer cosas que no puedo permitirme.

—Si necesitas que te mande más dinero… —dije sintiéndome mal.

—No lo dije por eso, Hil. Por favor, solo sé mi mejor amigo ahora mismo.

Tragué saliva, sin saber cuántas cosas había dicho mal. Quería apoyarlo. ¿Y no era el dinero la forma en que mis padres me habían demostrado que les importaba? Espera. ¿Estaba actuando como mis padres? ¡Ay!

—Tienes razón, Dillon. Y eso es una mierda. Pero te conozco. Probablemente eres el mejor chico allí. Eres la mejor persona que conozco.

—Y si yo no fuera el único chico que conoces, eso significaría mucho para mí, Hil —dijo Dillon casi sonando sincero.

—Lo que sea —dije con una carcajada—. Sabes lo que quiero decir.

—Quieres decir que me amas. Sí, entiendo. Y te amo también.

Me tomé un segundo para pensar en la suerte que tenía de tener a Dillon en mi vida antes de que mis pensamientos regresaran a mi brillante plan.

—Entonces, ¿crees que tu madre sabría cómo manejar uno?

Mientras Dillon repasaba la lista de razones por las que no le iba a preguntar, se me ocurrió una lista que respondía a mi propia pregunta. La mayoría de ellas se podían resumir en dos palabras: “sé genial”. ¿Qué tan difícil podía ser?

Durante las próximas horas, charlé con Dillon. Cuando colgó para ir a clase, caminé por la casa lleno de energía. Eso continuó hasta que Cali regresó. Al oír que se abría la puerta principal, bajé las escaleras corriendo para saludarlo. Pareció sorprendido por mi presencia. Me observó con una mirada tortuosa. Me quedé helado.

—¿Tu madre está bien? —pregunté sintiendo repentinamente un nudo en mi garganta.

—Ella está mejor, gracias —dijo antes de pasar a mi lado para subir las escaleras.

—Espera, ¿podría hablarte de algo? —dije para retener su atención. La forma en que sus ojos de acero se clavaron en mí cuando se dio la vuelta hizo que mis rodillas se debilitaran.

—¿Qué pasa? —dijo bruscamente.

Sabía que estaba pasando por un momento difícil, así que traté de no tomármelo como algo personal. Pero también me hizo pensar en cómo se vería si sonriera.

Arrepentido, bajó la cabeza en ademan de disculpa.

—Lo siento. Solo tengo muchas cosas en la cabeza.

—Es perfectamente entendible. Tienes mucho de qué preocuparte. Y de eso quería hablar contigo.

Entonces me miró de manera inquisitiva. Sentí el calor de su mirada. Era suficiente para hacerme pensar cosas cachondas sobre él. Dejando eso a un lado por el momento, respiré, me recompuse y luego le pedí que me siguiera.

Lo llevé a la cocina y le mostré los platos que había fregado.

—Entonces, esta mañana los otros huéspedes preguntaron sobre el desayuno…

—¡Oh, mierda!

—Está bien. Me encargué de eso.

—¿Te encargaste?

Sonreí.

—Sí. Les ofrecí algunos de los croissants que había en la nevera y cereales. Sé que no es lo que tu madre suele preparar, pero parecían felices con eso. Y es algo de lo que no tienes que preocuparte.

Cali me miró sin decir una palabra.

—¿Estuve bien?

—Sí, por supuesto. Solo lamento que tuvieras que hacerlo. Es mi responsabilidad.

—No te preocupes. De hecho, estaba pensando en que podría ayudarte más. Quiero decir, hasta que tu madre regrese. Pero, incluso entonces, estoy seguro de que necesitarás ayuda con otras cosas —dije tratando de ocultar mi vulnerabilidad.

Cali se quedó mirándome fijamente. Me derretía bajo su mirada. ¿En qué estaba pensando? ¿Me veía como todos los demás? ¿Incapaz de cuidar de mí mismo y mucho menos de algo tan complicado como ese lugar? Estaba a punto de retractarme de mi oferta cuando me alivió de mi sufrimiento.

—¿Alguna vez has trabajado en un hostel?

—No, pero tengo mucha experiencia viendo a la gente trabajar en ellos —ofrecí sabiendo que no era lo mismo.

El chico guapo y en forma continuó mirándome. Cuanto más lo hacía, más desnudo me sentía. No podía soportarlo más.

—Por favor, di algo.

—Lo siento —dijo con sinceridad—. Estaba pensando en algo que dijo mi madre.

—¿Qué?

—No importa. ¿Sabes lo que implica cuidar un lugar como este?

—No. Pero puedo aprender —dije con entusiasmo.

—Hay muchas cosas que no son divertidas de hacer —explicó.

—Entonces estoy seguro de que prefieres encontrar a alguien que lo haga.

—¿Estás seguro de que estás dispuesto a hacerlo? No pareces alguien a quien le guste ensuciarse las manos.

—Me puedo ensuciar las manos. Toda mi vida todos han asumido que soy un inútil. No es verdad. Puedo hacer cosas. Alguien tiene que darme una oportunidad. Si me dejas ayudarte, te prometo que no te arrepentirás. Además, te lo debo.

—¿Por qué me lo debes?

Reconsideré lo que dije. No podía decirle que su madre estaba en el hospital por mi culpa. No sabía mucho, pero sabía que no era algo que dices en una entrevista de trabajo.

—Fue en mi coche en el que tu madre tuvo el accidente.

—Es por eso que yo te lo debo.

Sonreí.

—Entonces, si me lo debes, puedes pagarme dejándome ayudarte —dije radiante por lo astuto que estaba siendo—. Quiero decir, me debes al menos eso, ¿no?