DESCENDIENTE PARA EL HEREDERO DEL JEQUE 2

Emma estaba sin aliento mientras cerraba los ojos. Su vuelo a casa fue cómodo, pero estaba impregnada de recuerdos del príncipe que la había poseído.

Revivió los momentos que había pasado entre sus brazos. En su fantasía, Nadeem acariciaba sus senos con sus suaves manos. Repetitivamente, apretaba y liberaba con fuerza su piel carnosa.

Arqueó su espalda en el asiento. Su vagina se apretó y se retorció contra el cómodo asiento de primera clase. Estaba tratando de calmar las ansias de sus entrañas.

Ella de mala gana regresó a la realidad cuando el piloto anunció el descenso. La verdad era que Nadeem estaba perdido para ella, aunque aun estuviese demasiado excitada por su fantasía sexual para pensar con claridad. Necesitaba superar su desilusión.

“Anuncio especial para la Sra. Emma Cooper. Los representantes de la aerolínea la están esperando en las puertas. Por favor infórmeles cuando desembarque. Gracias”. Escuchó el sonido vibrante del anunciante.

Emma estaba confundida pero hizo lo que le habían pedido. En las puertas, encontró dos hombres elegantemente vestidos que tomaron sus maletas y por poco se inclinan ante ella.

“Ha habido un pequeño problema con su vuelo de conexión. Será redirigido a través de otra compañía aérea,” le informó uno de los representantes.

“¿Qué?” Emma lloraba sin consuelo. Sólo quería llegar a casa y revolcarse. “Ya tuve una espera de cuatro horas. ¿Cuando sale este vuelo?” preguntó.

“En treinta minutos, señora,” anunciaron los representantes y le pidieron que los siguiera. Fue llevada a un terminal con una sala estilo VIP. Era pequeño pero exclusivo, con tan sólo algunas personas esperando en los asientos de cuero.

Emma miró por la ventana los pequeños aviones alineados afuera. Obviamente, eran propiedad privada. Algunos tenían las insignias impresas en su parte trasera.

Recuperó su aliento. ¿Y que tal si…? Se rehusó a ilusionarse pero no pudo evitar orar fervientemente.

¿Podría Nadeem haber cambiado de parecer después de dejarla ir? ¿Querría llevarla de regreso a su palacio?.

Su corazón latía erráticamente al abordar el avión. Estaba equipado con sillones de cuero color crema y en una esquina una cama pequeña y confortable. Casi no podía respirar. Este jet sólo podría pertenecer a un hombre que ella conocía, un príncipe.

No había nadie en el avión, tan sólo dos azafatas con pañuelos de chifón cubriendo su cabello bien peinado. Ellas se inclinaron a ella con respeto, un escenario que transportó a Emma de regreso al palacio de su amante.

Horas más tarde, Emma perezosamente bebió un poco de una copa de cristal. Estaba ansiosa de aterrizar, para ver a su príncipe. Sin embargo, la ciudad extendida bajo su cielo no era Dubái. No se encontraban allí los paisajes y rascacielos habituales. Esta ciudad era más desértica, con edificios altos y grandes mezquitas.

“Estoy…” Emma comenzó a hablar en tono de pánico y la azafata vino a verla. “¿Me están llevando donde el Jeque?” preguntó.

“Sí señora,” respondió respetuosamente la azafata y Emma se relajó. Tal vez Nadeem había viajado a otra ciudad para esperar su llegada.

Emma desembarcó del avión y fue llevada poruna puerta privada directamente a la zona de aparcamiento. Los letreros de la calle confirmaban que estaba en Abu Dhabi, y las mujeres a su alrededor eran hermosas árabes. Llevaban pañuelos blancos o negros que no dejaban asomar un solo pelo.

La estaba esperando una limosina. El chofer no levantó la mirada al ella entrar. Abu Dhabi definitivamente no es Dubai, pensó. Este lugar parecía más rígido, más conservador. Regresó a su lugar. Había una caja color beige junto a su asiento. Su nombre estaba escrito con lápiz negro en la parte superior.

La emoción de volver a ver a su príncipe le hizo derretir el corazón. Temblorosamente abrió la caja y dentro había un pedazo de tela, similar al que había visto sobre el cabello de las mujeres árabes.

¿Se supone que cubra mi cabello? Pensó y dejó caer la tela en la caja. Era chifón fino, y se deslizaba a través de sus dedos como si fuera mantequilla. Ella definitivamente no iba a usarlo.

Una hora después, la limosina se detuvo y el chofer abrió la puerta. Su cabeza seguía arqueada, dirigiendo su mirada al suelo. Emma salió del auto sin aliento.

Ante ella estaba el palacio más colosal que había visto en su vida. Era como en los cuentos de hadas, con torres redondas de casi sesenta pies de altura sobre el piso, aunque los paneles de piedra que cubrían todos sus lados hacían que sintiera una corazonada. Estaba temblando.

El palacio de Nadeem en Dubai parecía insignificante en comparación con este. La limosina estaba estacionada en un espacio tan grande como un campo de fútbol, rodeado por todos lados por el palacio.

Alguna vez había visto la opulencia de un palacio Árabe, pero aun estaba atónita al ser conducida a una habitación del tamaño de un apartamento en Manhattan. Las cubiertas de oro en la cama la transportaron a otro mundo. Se imaginó desnuda encima de éstas con Nadeem, encima de ella listo para poseerla.

Ella rápidamente se deshizo de sus pantalones y sacó un largo vestido azul que descubrían sus brazos y dejaban ver un poco de su escote. No estaba usando ropa interior. No quería lidiar con ese problema cuando Nadeem la desvistiera. Quería lucir hermosa para su Jeque.

Su vagina hormigueaba y se sentía como alfileres y agujas al contraerse anticipadamente. Deslizó su mano por su cuerpo y acarició su vagina a través de la tela del vestido, sus fluidos atravesaron la tela empapando la yema de sus dedos y dejándola sin aliento.

Los labios de su sexo estaban hinchados. Estaba tan excitada. La anticipación, la sorpresa y la conmoción se habían combinado para ponerla demasiado caliente. Su vagina se apretó y alcanzó un orgasmo. A través de la tela llevó sus dedos hacia su clítoris.

Un leve sonido que venía del dormitorio que se encontraba a veinte pies atrajo su culpable mirada. Su corazón golpeó contra sus costillas.

Un hombre alto, acuerpado usando un vestido Árabe tan largo que llegaba al suelo, estaba mirándola. Tenía una sonrisa plasmada en su bello rostro. Aunque se pareciera demasiado, ese hombre no era Nadeem.

Ella se sentó en su posición casual. “¿Quién eres? ” Dijo, con sus ojos bien abiertos.