FLAMEANTE FURY

Capítulo 1

Olive

 

Después de pasar un tiempo en el paraíso, llega un momento en el que tienes que pellizcarte para confirmar si lo que estás viviendo es real. Resulta que lo era. Realmente estaba allí. Estaba en Sacramento, California. No podía creer que fuera verdad.

Está bien, sé que Sacramento no está en la lista de los lugares de California que todos deben conocer. Pero es solo porque no saben qué es lo que se esconde allí. Sacramento es la capital del estado y el hogar del gobernador más atractivo que este país haya visto.

Es como si el modelo de un comercial de perfumes fuera, además, el hombre más inteligente y carismático del mundo. Así es el gobernador Duke Bradon. Se postuló para la gobernación a los veinticuatro años y ganó. Teniendo en cuenta que enfrentó a hombres muy experimentados, fue algo increíble. Y, considerando lo reñida que fue la elección, me gusta pensar que fue mi voto el que le dio la victoria.

Si soy realista, sé que no fue mi voto, pero se siente bien pensarlo. Porque, en el caso de que haya sido gracias a mí que consiguió el trabajo, me debe una. No estoy diciendo que tiene que compensarme convirtiéndose en mi esclavo sexual ni nada por el estilo. Pero se entiende lo que pienso.

El tío es muy sexy. Hay una foto de él en la maratón de California sin camisa y, ahora, su cuerpo brillante y marcado es el fondo de pantalla de mi cerebro. El gobernador Duke Bradon es la perfección física. Y, como si eso no fuera suficiente, es la persona más ambiciosa que conozco.

Hace poco, me di cuenta de que me gustan los hombres increíblemente ambiciosos, aunque debería haberlo notado antes. Mi historial de citas no es muy largo, pero definitivamente hay un patrón allí. En mi tercer año de universidad, me enamoré del tío arrogante que le decía a todo el mundo que iba a ser multimillonario. Todas las demás chicas fueron más inteligentes que yo y se mantuvieron alejadas de él; pero, como una polilla triste y gorda, a mí me atrajo su luz.

Salí con él hasta que se graduó ese verano y volvió a vivir con sus padres. Dijo que lo estaba haciendo para no tener que pagar el alquiler mientras construía su imperio. Tenía sentido. Pero, después de que pasaron unos meses y todavía no conseguía trabajo, comencé a verlo como lo hacían las otras chicas: como un tío triste y patético, que hablaba mucho pero no podía lograr nada.

Con él, aprendí la lección. El siguiente chico con el que salí era actor. No vivía de la actuación y ni siquiera era tan talentoso, pero tenía claro lo que quería. Quería convertirse en una estrella. No solo eso, también estaba dispuesto a trabajar por ello de camarero.

Oye, no tengo nada en contra de los camareros. Incluso sé que es una tradición entre los actores a los que les cuesta trabajar en su rubro. Es por los horarios flexibles. Si aparece una audición de repente, pueden cambiar de turno con facilidad. Y, si trabajan en el restaurante adecuado, las propinas les aseguran una vida digna.

Pero, después de salir unos meses, lo vi en una exhibición. Las exhibiciones son eso que organizan los actores con la esperanza de ser vistos por directores de casting. Después de eso, no pude evitar pensar: «Si realmente quiere ser una estrella, ¿no debería mejorar su actuación. Porque el tío era malo. Era tan malo que no podía creer que había dejado que me metiera la polla.

Después de él, salí con uno que decía que tenía una aplicación que sería el nuevo Facebook. Y luego salí con un tipo mucho mayor que afirmaba que cambiaría el mundo con sus arenas de alquitrán en Canadá. Al parecer, las arenas de alquitrán son como los pozos de petróleo, pero para los perdedores. Otro fracaso.

Fue después del viejo que tuve que frenar por un momento y pensar qué cojones estaba haciendo con mi vida. Había estudiado Relaciones Internacionales, pero trabajaba como recepcionista en un bufete de abogados. El trabajo no era malo y la paga estaba bastante bien, para ser mi primer trabajo después de la universidad. Pero solo estaba haciendo lo que debía hacer. Solo me sentía realmente viva cuando me perdía en los sueños ambiciosos de otra persona.

Cuando me di cuenta de eso, me tomé un descanso de las citas. Es sorprendente lo que aprendes sobre ti misma cuando eliminas todas las distracciones. Resulta que era una mujer de casi treinta años que vivía su vida de forma indirecta, a través de los hombres con los que salía. Quizás era hora de que empezara a vivir mi propia vida. Pero cuando has pasado tu vida ayudando a otras personas a llevar adelante sus sueños, no te queda mucho tiempo para descubrir los tuyos.

Por eso, hice el equipaje y me fui de Los Ángeles, a la maravillosa ciudad de Sacramento, California. Había estudiado Relaciones Internacionales porque quería ayudar a cambiar el mundo. No iba a hacer eso como recepcionista en un bufete de abogados. Pero podría hacerlo si trabajaba para alguien como el candente gobernador Duke Bradon.

¿Qué podría hacer para él? No estaba segura. Pero cuando llamé a su oficina me dijeron que estaban a punto de comenzar a buscar personal para su próxima campaña. Era perfecto. ¿Y quién habría dicho que mis años como recepcionista en el bufete me convertirían en la persona perfecta para ser quien encargara las pegatinas para parachoques con el nombre de Duke? Parecía que estaba destinada a trabajar ahí.

—¿Has llegado bien a la oficina? me preguntó Tilly, aunque sé que no le interesaba mi respuesta.

Sí. Me estoy quedando en un Airbnb en la zona, gracias le dije, con una sonrisa nerviosa.

—Ah. Es bueno saber que estás cerca. Si sigues trabajando con nosotros, será conveniente. Hay algo de último minuto que necesito que hagas me dijo la directora de campaña.

Voy a seguir trabajando con vosotros —aclaré—. Quiero decir, si vosotros lo deseáis. El gobernador Bradon me ha inspirado durante mucho tiempo. Creo que es un honor trabajar para él. Lo digo en serio, cualquier cosa que necesitéis que haga, lo haré.

Tilly me observó como si estuviera mirándome el alma.

Ya veo dijo, finalmente. Bueno, trabajar para el gobernador Bradon a veces puede ser bastante difícil. No siempre te gustará. Él puede ser algo complicado. Pero formar parte de su campaña es una oportunidad para cambiar el mundo.

Eso es exactamente lo que quiero.

—Muy bien. Porque el gobernador Bradon va a llegar a ciertos lugares. Te estás subiendo al barco en el momento correcto.

Sabía de lo que hablaba Tilly. Durante meses, había habido rumores de que el gobernador Bradon se postularía para presidente. Nadie podía postularse hasta cumplir los treinta y cinco, y él todavía no los había cumplido. Pero tenías que tener los ojos vendados para no ver que eso iba a suceder de todas formas. Y, cuando ganara, ¿qué significaría para mí?

Te mostraré tu escritoriodijo Tilly, luego de que se agotara el tiempo que estaba dispuesta a dedicarme.

Me señaló una mesa larga y vacía en la que había varios teléfonos. Tomé asiento.

¿Qué tengo que hacer?

¿Ves los teléfonos?

Sí.

Cuando suenen, contesta. ¿Crees que podrás con eso?

Por supuesto. Pero, cuando contesto, ¿qué debo decir? ¿A quién debo transferir las llamadas? ¿Hay una lista de extensiones?

Tilly, que estaba lista para marcharse, se detuvo y me miró decepcionada.

Mira, claramente nunca has trabajado en una campaña. Pero la forma de sobrevivir en un lugar como este es tomando la iniciativa. ¿Te parece que tenemos una lista de personas a las que puedes transferir las llamadas? —preguntó, señalando la oficina, que estaba completamente vacía.

No. Pero tal vez hay otra oficina… —le sugerí. No me gustaba la forma en la que me estaba hablando.

No hay otra oficina. No hay nada más. Es demasiado pronto y nuestra campaña todavía está empezando. La mayoría de los que llamen serán personas como tú; personas que quieren trabajar con nosotros. Apunta los nombres y los teléfonos, y luego dámelos. De vez en cuando, habrá alguien que quiera hacer una donación. Apunta los nombres y dámelos. Si llama alguien que te parezca importante, apunta los nombres y los teléfonos, y dámelos. ¿Ves cuál es el patrón?

Sí. Apunto todos los nombres y los teléfonos y te los doy a ti.

A menos que sea el gobernador. Si llama en esta línea, búscame de inmediato.

¿Qué? ¿El gobernador podría llamar? le pregunté. De repente, se me aceleró el corazón.

Es su oficina de campaña contestó ella, cortante.

Claro. Vale, haré eso dije. De pronto, me sentía vigorizada por la posibilidad de conocer al protagonista de tantas de mis fantasías eróticas.

Muy entusiasmada, me senté un momento para orientarme, y luego me levanté e hice lo que mejor sabía hacer. No tenía ningún problema para tomar la iniciativa. A pesar de que Tilly y yo éramos las únicas allí, sabía que no siempre sería así. Entonces, fui de un teléfono a otro y confeccioné una lista de las extensiones.

Después, conecté la línea de entrada a un escritorio donde había un ordenador. Tras acceder al servidor y crear una cuenta, elaboré una forma de registrar todas las llamadas y transferirlas a Tilly de manera electrónica. Todo en el primer día. Sí, soy así de buena.

Como vivía a pocas calles, regresé al Airbnb andando. El piso, que tenía un dormitorio, era más pequeño que mi casa en Los Ángeles. Pero ahora estaba ganando mucho menos. Por suerte, el costo de vida en Sacramento compensaba lo caro que era alquilar un Airbnb. No tenía que apresurarme para encontrar un lugar a largo plazo.

No era que dudara de mi decisión de desarmar mi vida en la ciudad en la que había nacido. Y tampoco era que tuviera miedo de comprometerme con mi nuevo trabajo. Era… No lo sé, realmente. No sabía por qué había decidido vivir como una chica que podía hacer el equipaje y marcharse de un momento al otro. Pero digamos que era mi decisión como mujer.

Con Netflix de fondo mientras cenaba, reflexioné acerca de mi nueva vida. No podía creer que existiera la posibilidad de conocer a Duke Bradon. Sentía algo caliente entre las piernas de solo pensar en él.

Después de eso, me puse a pensar en qué esperaba de ese gran cambio en mi vida. No me tomó mucho tiempo encontrar la respuesta. Quería ayudar a Duke Bradon a convertirse en el presidente de los Estados Unidos. Si quería cambiar el mundo, esa era la mejor manera de hacerlo.

Desde cualquier punto de vista, él había hecho un gran trabajo en California. Por supuesto que había problemas que habían comenzado antes de que él se convirtiera en gobernador y que probablemente seguirían allí cuando él finalizara su mandato. Pero, en su mayor parte, había hecho las cosas bien.

Había también algunas cuestiones relacionadas con el valor de la familia con las cuales no estaba totalmente de acuerdo. Pero no se puede pretender estar de acuerdo con alguien en todos los aspectos, ¿verdad? Hay que tener una visión general de las cosas. Y, en general, creía que Duke Bradon sería uno de los mejores presidentes del país.

Con ese objetivo en mente, al día siguiente llegué a la oficina con más energía que nunca. Era el primer día de dos empleados nuevos. Mark era un tío calvo con una barba blanca que lo hacía parecer mayor de lo que era. Iba a estar a cargo de las donaciones. Podía ver cómo un trabajo así podía avejentar prematuramente a alguien. Y Tina era una mujer de aspecto rudo que me mencionó de su esposa en los primeros diez minutos de conocerla. Ella estaba a cargo de la contabilidad.

Ambos podrían describirse como un poco bruscos, pero era algo a lo que estaba acostumbrada. Una vez había visto a uno de los abogados de mi antiguo trabajo arrojándole un bolígrafo en la cabeza a una de las recepcionistas. Mi reacción fue acercarme tranquilamente al escritorio de ella, recoger el bolígrafo, volverme hacia ese tío y arrojárselo de vuelta tan fuerte como pude. No tuve que decir ni una palabra. Nunca volvió a hacer algo así. La gente brusca no me daba miedo.

A medida que pasaban los días, se iban llenando los demás escritorios vacíos. Nunca me habría imaginado cuántos puestos habría por cubrir en una campaña política. Había una persona cuyo único trabajo era encontrar voluntarios. Quiero decir, por supuesto que era necesario, ¿verdad? Pero había pensado que habría alguien específicamente dedicado a eso.

A la semana siguiente, ya estaba disfrutándolo. Era genial estar rodeada de gente tan apasionada. Y, cuando comenzó a circular el rumor de que Duke Bradon vendría a darnos la bienvenida a todos, casi me meo los pantalones.

En serio, ¿cuántas veces había fantaseado con él? La respuesta era muchas. Y ahora había una posibilidad de que lo conociera. ¿Cómo se suponía que tenía que reaccionar ante eso?

Resultó que no era la única que estaba emocionada, lo cual tenía sentido. Nadie estaba allí por el dinero. Estaban allí porque creían en lo que Duke Bradon representaba O porque creían que era increíblemente guapo. De cualquier manera, la emoción que se sentía en el ambiente era abrumadora. Así que, cuando entró por la puerta y nos mostró su sonrisa de un millón de dólares, más de uno de nosotros se rio como una colegiala. Incluyendo a los hombres.

Hola a todos. Quisiera daros la bienvenida al equipo. Sé que todos habéis sacrificado mucho para estar aquí y que sacrificaréis mucho para quedaros. Quiero que sepáis que os lo agradezco. California os lo agradece. Es gracias a vosotros que podemos mejorar las vidas de millones de personas. Es gracias a vuestro trabajo duro y vuestro sacrificio que las familias sin hogar ahora tienen un lugar donde dormir. Es gracias a vosotros que las personas con problemas de salud mental reciben los recursos que necesitan con tanta urgencia. Y es gracias a vosotros que las universidades y las escuelas profesionales se convertirán en un derecho para todas las personas de nuestro estado, y que continuaremos liderando el país en la lucha contra el cambio climático. Eso es gracias a vosotros. Gracias por lo que hacéis. Todo el estado os lo agradece.

¿Necesito aclarar que mi coño estaba en llamas cuando se despidió y entró en la oficina de Tilly? ¡Dios mío, qué inspirador! ¿Necesitaba que yo recibiera una bala por él? Ningún problema. A diferencia de su cuerpo esculpido, yo tenía un poco de acolchado extra. Ni siquiera la sentiría.

Sí, el teléfono sonó un par de veces mientras Duke estaba reunido con Tilly, y yo atendí. Pero había una ventana en la puerta del despacho, y los observé todo el tiempo. Nunca me había dejado impresionar por las estrellas, pero sí por Duke. Entonces, cuando ambos se dieron la vuelta y me miraron directamente, tuve que hacer mucha fuerza para no orinarme encima.

Olive, ¿puedes venir aquí un segundo, por favor?dijo Tilly, asomándose por la puerta.

¡¿Qué cojones?! ¿Qué estaba pasando?

¡Enseguida! dije, sin poder respirar.

Cuando me levanté, no pensé que mis piernas podrían sostenerme. Temblaban como si fueran de gelatina. Y ni siquiera sabía que podía sudar así. Pero mantuve la compostura, crucé la habitación y entré al pequeño despacho. Olía como el arreglo floral del vestíbulo de un hotel elegante. El aroma provenía de Duke, y me encantaba.

Me contuve de mirar a Duke a los ojos todo el tiempo que pude, pero estábamos prácticamente uno encima del otro mientras Tilly bajaba las persianas, así que no pude resistir por mucho tiempo. Sus ojos, grises como el acero, brillaban. Todo en su rostro te daba la bienvenida. Era aún más hermoso de cerca, y yo estaba tan cerca de él como se podía estar.

Olive, me gustaría que conocieras a Duke Bradon, el gobernador de California.

Sé quién es. Es un honor conocerlo dije, haciendo el ridículo.

Es un honor conocerla también dijo, con su voz tranquila y grave.

¿Es un honor conocerme a mí?

Por supuesto dijo. Usted es la locomotora que hace que este tren funcione.

¿La locomotora? ¿Seguro que no se refiere al furgón de cola? le pregunté, al tiempo que le mostraba mi trasero redondo.

Tan pronto como lo hice, me congelé. ¿Qué coño había hecho? No estaba pensando. Lo culpo a él por ser tan agradable. También era demasiado guapo. ¿Qué podía hacer una chica como yo al mirar a un pedazo de carne como él? Todo lo que podía pensar era en devorarlo mientras su néctar chorreaba por mi barbilla.

Petrificada mientras la humillación se extendía, no pude volver a respirar hasta que Duke se echó a reír tan fuerte que todos los que estaban afuera tuvieron que haberlo escuchado. Cuando se detuvo, me miró con una sonrisa radiante.

No puedo hacer ningún comentario sobre eso, pero… —dijo, al tiempo que sacudía la cabeza en señal de aprobación.

—De acuerdo… —dijo Tilly, en un intento de cambiar de tema—. Os dejaré para que habléis. Duke, estaré afuera cuando termine.

¿Qué estaba pasando? ¿Tilly me estaba dejando a solas con Duke Bradon? ¿No acaba de oírme hacer el ridículo frente a él? ¿No se había dado cuenta de que no podía confiar en mí para estar solo con la mercancía?

Estaba a punto de decirle todo esto cuando Tilly salió por la puerta y nos dejó a los dos en el despacho. Me di la vuelta despacio y volví a mirar a Duke Bradon. ¡Dios mío, qué sexy que era!

¿Te importa si me siento? dijo, y cruzó al otro lado del escritorio.

—Es su despacho —le dije, intentando sonar lo más casual posible.

Gracias. Por favor, siéntate tú también dijo, señalando la silla al otro lado del escritorio.

Me senté mientras me preguntaba si el sudor ya habría atravesado mi blusa. Miré y resultó que no. Supongo que los milagros existen. Y, mientras me acomodaba para lo que se estaba convirtiendo en la experiencia más surrealista de mi vida, me volví hacia él y lo miré fijo como una loca.

Bueno, Olive

le respondí para confirmar mi nombre, en caso de que no estuviera seguro.

Esto es un poco incómodo, pero necesito un favor.

Estaba pensando en cuánto me tomaría recuperarme si me pedía que le diera uno de mis riñones.

Se acerca mi cumpleaños.

Sí, feliz cumpleaños le dije, segura de que no tendría otra oportunidad.

Sonrió muy educadamente.

Todavía faltan unos días, pero gracias. Bueno, esta es la cuestión. Uno de mis principales contribuyentes me organizará una fiesta de cumpleaños

—¡Vaya! ¡Qué bien!

Sí. Es un cumpleaños importante. Cumplo treinta y cinco.

Me miró sugerente. ¿Esa mirada estaba relacionada con una potencial carrera presidencial?

Treinta y cinco repetí.

Y necesito una acompañante para ir a la fiesta

Hice una pausa.

¿Me estás pidiendo que te consiga una prostituta?

¡No! ¡No, no, no, no, por Dios! No, eso no. Te estaba preguntando si no te importaría acompañarme a la fiesta.

Hice otra pausa.

¿Quieres que sea una prostituta?

Esa vez, Duke se rio. No estaba segura de cómo interpretar eso.

No. Ninguna prostituta. Solo me preguntaba si me acompañarías a mi fiesta de cumpleaños número treinta y cinco me dijo, nervioso.

Estaba muy confundida. Quiero decir, ¡joder, claro que sí!, pero estaba confundida.

¿Por qué me lo pides a mí? ¿No estás saliendo con Rihanna o algo así?

¿Rihanna? No. ¿Ha estado circulando eso? —me preguntó, genuinamente.

No No lo sé. Quiero decir que probablemente podrías ir con cualquier mujer soltera del mundo… ¡y también con un par de casadas! ¿Por qué me lo pides a mí?

Duke respiró hondo y se mordió los labios. En todas las imágenes y vídeos que había visto de él, nunca lo había visto hacer esa mueca. Casi lo hacía parecer humano… casi.

Lo que pasa es lo siguiente. No estoy saliendo con nadie en este momento. Ni siquiera hay alguien en quien tenga puesta la mira. Pero, si me presento en esta fiesta solo digamos que no sería una buena idea. Así que, en lugar de meterme en algo complicado por un evento, pensé en ir con alguien que se lo tomara con calma Alguien que sepa que no es una cita y que no va a pasar nada, pero que tenga la discreción de mantener el acuerdo entre nosotros.

¡Ahora sí! Las cosas comenzaban a tener sentido. El hombre más hermoso que jamás hubiera caminado sobre la faz de la tierra necesitaba una tía guapa para llevar del brazo, y no quería complicar las cosas. Estaba claro que no conocía mi historial de citas. Yo era una especialista en complicar las cosas. Una vez, un novio me había dicho, en broma, que yo llevaba al diablo dentro. Al menos yo creía que había sido una broma. Me estaba follando en ese momento, por lo que bien podría haber sido una revelación personal. Quiero decir, ¿qué clase de persona nunca compartía sus patatas fritas?

Entonces, ¿quieres que te acompañe a tu elegante fiesta de cumpleaños número treinta y cinco y que no sea una cita?

Supongo que puedes ponerlo así. Sí.

¿Y me estás invitando porque quieres que las cosas no sean complicadas?

Así es.

¿Y esta situación no es como en Pretty Woman? Porque de verdad me encanta esa película.

Duke rio entre dientes.

Esta situación no es como en Pretty Woman. Se trata más de una empleada que decide acompañar a su jefe a un evento divertido fuera del horario laboral, para que el jefe no tenga que verse como un patético perdedor que no ha podido conseguir una cita para su fiesta de cumpleaños.

Duke puso su mejor cara de cachorro triste y, tuve que admitirlo, era adorable. ¿Quién podría negarse a cualquier cosa que ese hombre le pidiera, sobre todo si le permitía conservar los dos riñones?

Me encantaría le dije, con una gran sonrisa.

¿En serio? ¡Excelente! dijo, ofreciéndome una sonrisa genuina. Bueno, el evento es en dos días y es de etiqueta. ¿Cómo está tu armario?

Pensé en todos los conjuntos de trabajo que había en mi armario. Sin lugar a dudas, podía verme profesional si lo necesitaba, pero no tenía nada para un evento de gala.

Bueno, tendré que comprarme algo, pero no es ningún problema —le dije.

¿Sabes qué? dijo Duke; extrajo su cartera y me entregó una tarjeta de crédito. Usa esto para comprarte lo que necesites. Esta es mi cuenta privada, por lo que no hace falta que justifiques los gastos con los de contabilidad de la campaña.

Muy bien —dije, recordando cómo esa misma situación le había funcionado a Julia Roberts.

Haré que mi recepcionista te envíe un correo electrónico con todos los detalles, y mi chófer te recogerá esa noche. Si tienes alguna pregunta… Metió la mano en el bolsillo de la camisa y sacó una tarjeta de presentación. Este es mi número privado. No dudes en llamarme. Estoy despierto hasta muy tarde, así que puedes llamarme en cualquier momento. Lo digo en serio.

Gracias le dije, al tiempo que tomaba la tarjeta y la miraba fijamente.

—Perfecto. Entonces, si no tienes más preguntas, ¿podrías pedirle a Tilly que entre?

Me di cuenta de que me estaba diciendo que me marchara, así que me levanté y me dirigí hacia la puerta. ¿Era «ha sido un placer conocerlo» algo apropiado para decir en esa situación? Quién sabe

Todo lo que sabía era que acababa de conseguir una especie de cita falsa con el hombre más sexy del universo. Podía ser que la cita fuera fingida, pero los orgasmos que inspiraría serían abundantes y muy reales. ¡Joder, iba a tener que hacer espacio en mi calendario!

 

 

Capítulo 2

Olive

 

Como sabía que tenía mucho que hacer, comencé con los orgasmos tan pronto como llegué a casa. Se sentía bien acabar con algunas cosas de mi lista de pendientes. Después de eso, me puse a planificar mi cita falsa con Duke Bradon. ¿Qué se suponía que debía hacer como su acompañante ficticia? ¿Qué se suponía que debía ponerme?

Mi primer destino fue internet. Ya había investigado mucho sobre él antes de postularme al trabajo, así que sabía lo esencial. Pero necesitaba enterarme de cómo había celebrado sus cumpleaños anteriores.

No encontré mucho. Lo único que hallé fue una foto de él junto a alguien llamado Fury Rhoades. Los dos estaban vestidos con esmoquin y parecían el marco perfecto de mis fantasías. Fury Rhoades tenía el aspecto de alguien que debería haber estado sin camisa, en el póster de una película, blandiendo una espada. Era tan sexy como Duke. Quizá aún más. Al verlos juntos, me pregunté si no debía acabar con algunas cosas más de mi lista.

A pesar de lo agradable que fue ver la foto de los dos, no me ayudaba con lo que necesitaba saber. Tenía que saber lo que me esperaba. Todas las otras citas en las que había estado habían sido con tíos con más planes que dinero. ¿Cómo debía comportarse una mujer en una cita falsa con una persona famosa en su fiesta de cumpleaños?

Traté de imaginarme cómo sería. No tenía ni idea. Al darme cuenta de que solo unas pocas personas podrían saberlo, consideré cambiar la estrategia. Podía llamar a Tilly, quien era directora de campaña de Duke desde hacía bastante tiempo, o al propio Duke.

La pregunta era si Tilly sabía que Duke me había pedido que fingiera ser su cita. Tenía que saberlo, ¿verdad? Había salido de su despacho para que él pudiera hacerme la propuesta. Pero ¿eso significaba que Tilly conocía los detalles de lo que él iba a pedirme? No necesariamente.

La única persona a la que estaba segura de que podía llamar sin traicionar la confianza de nadie era al propio Duke. Me había dado su número y me había dicho que lo llamara si tenía alguna pregunta. ¿Por qué me ofrecería eso si no quería que yo lo llamara? ¿Era una de esas cosas que la gente decía al pasar, como «deberíamos juntarnos a comer uno de estos días» o «no, no he fingido ese orgasmo»?

Saqué la tarjeta de Duke y la miré. Lo único que decía era el nombre, «Duke Bradon», y un número de teléfono. No ponía «Gobernador». No tenía el sello del estado. Parecía impresa en una impresora personal.

Esta no parecía ser la tarjeta que entregaba formalmente. Parecía la que daba cuando se presentaba como un tío común. ¿Era eso lo que estaba tratando de hacer conmigo? No podía ser. Pero ¿y si era así? ¿Y si, a pesar de no ser una cita, él estaba tratando de igualar el campo de juego entre nosotros y dejarme entrar?

Un cosquilleo comenzó entre mis piernas, subió por mi cuerpo y me hizo sacudirme. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que me había sentido así de viva. Nada supera esa sensación de darte cuenta de que tú también podrías gustarle a la persona que te gusta. Es cierto, probablemente yo no le gustaba de la misma manera o en la misma cantidad. Pero me estaba dando un acceso que solo un selecto grupo de personas tenía.

Entonces, ¿no se sentiría herido si no le mostraba cuánto apreciaba el gesto y lo llamaba? Eso tenía sentido, ¿no? No estaba haciendo todo lo posible para justificar una llamada a un chico supersexy, ¿verdad?

Ya fuera una justificación o no, tenía preguntas que necesitaban respuesta. Podía llamar a Tilly o llamarlo a él, y él me había dicho que lo llamara si tenía alguna pregunta. Entonces, iba a hacerlo y, si todo salía mal, siempre podía guardar mis cosas y mudarme a un lugar sin servicio telefónico ni de internet para poder vivir en la vergüenza el resto de mi vida. En otras palabras, no era algo tan grave.

Mientras buscaba mi teléfono, sentí una descarga de adrenalina. Sí, era una cita falsa, pero de todas maneras estaba llamando a un chico guapo. Más que eso, estaba llamando al objeto de mis fantasías. Al marcar el número, de repente, perdí el control de mis labios. Iba a tener que comportarme, o las cosas iban a salir mal muy rápido.

Hola dijo Duke; había atendido enseguida.

Hubo una pausa mientras recordaba cómo hablar.

Sí, ¿gobernador Bradon? —escupí por fin.

Él habla.

Sí, soy Olive Cummings, de la oficina de campaña. Hemos hablado hoy más temprano dije; sentía que me iba a desmayar.

—¡Ah, sí! dijo, cambiando a un tono muy acogedor. Me alegra que llamaras. ¿En qué puedo ayudarte?

Fue asombroso lo rápido que sus palabras me tranquilizaron. Quizás debería haberlo esperado. Después de todo, podría decirse que era el político más talentoso de los últimos cincuenta años. Por supuesto que sabía cómo hacer que un votante se sintiera cómodo.

Espero que no te importe que te llame a estas horas.

¿Bromeas? Mi noche apenas ha comenzado.

Oh, ¿tienes planes para una gran noche de fiesta? le pregunté, ya que de repente me sentía como si estuviera charlando con un amigo.

Ojalá dijo con una risa ahogada. Mi gran noche consiste en repasar el presupuesto planificado para el estado mientras tomo notas para enviarlas al comité.

¡Qué emocionante! —dije, con sarcasmo.

—Los beneficios de ser joven y soltero, ¿verdad?

—Claro —dije, y ambos nos echamos a reír.

—Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

No estaba segura de si era solo su encanto entrenado para la política, pero había algo en su tono que me hacía creer que de verdad quería hablar conmigo. ¿Podía ser cierto? No estaba segura. Seguramente, había una gran cantidad de personas que se disputaban su atención. Después de todo, era el gobernador de un estado con cuarenta millones de habitantes. Sin embargo, también era un soltero de treinta y cuatro años que vivía en una mansión vacía y estaba trabajando a las nueve de la noche.

—Me habías dicho que te llamara si tenía alguna pregunta sobre la fiesta. Tengo algunas preguntas.

—Adelante. Soy todo oídos —dijo, alegre.

—Vale. ¿Qué debo esperar?

—¿A qué te refieres?

—Quiero decir, me has dicho que era de etiqueta. ¿Significa que debo usar un vestido de noche, o algo más formal? ¿Y te gustaría que vayamos combinados? ¿Quieres que me destaque o que pase desapercibida? ¿Se usa ramillete en estas situaciones? Me estoy volviendo un poco loca tratando de descifrar qué debo ponerme.

La risa de Duke fue música para mis oídos. Realmente sabía cómo tranquilizar a una persona.

—En primer lugar, cualquier cosa que escojas se verá genial. Así que no tienes que preocuparte por eso. Y no. No se usa ramillete en estas situaciones.

—Entonces, ¿qué tipo de situación es? Sé que me has escogido porque me veo como alguien que ha estado en muchas falsas citas en eventos políticos de alto nivel, pero no es así… Por lo menos, no este mes —bromeé—. Así que voy a necesitar un poco más de información…

Duke rio de nuevo.

—Claramente he escogido a la persona adecuada para la noche del miércoles. ¿Sabes? Esa es la clave para ser un buen político: elegir a la persona con más experiencia.

No estaba segura de cómo responder. Sabía que estaba bromeando, ¿verdad? Y él también estaba bromeando, ¿o no?

—Por supuesto —le dije, sin saber qué otra cosa decir.

—Por supuesto —repitió, sin aclarar nada—. De cualquier modo, ya que te tengo en la línea, puede que sea una buena idea ponerte al tanto sobre qué esperar en la fiesta.

—Sí, claro —dije, aunque no esperaba que cambiara de tema.

—Es la celebración de mi cumpleaños, pero también utilizaré el evento como el lanzamiento oficial de mi campaña.

—¿Qué significa eso?

—Solo significa que habrá mucha gente importante. Habrá muchas personas del gobierno, muchos contribuyentes. De hecho, es un contribuyente el que está organizando todo.

—Es bastante formal, entonces.

—Yo diría que sí.

—¿Y tengo que comportarme muy bien? ¿No debería pedirle a nadie que me sostenga boca abajo para beber cerveza?

Se echó a reír.

—Sí, no creo que esa sea una buena idea.

—Esta fiesta empieza a sonar un poco aburrida, pero es tu cumpleaños, así que tendré que amoldarme.

Duke volvió a reír entre dientes.

—¿He respondido a tus preguntas?

—Casi. Además de no tomar cerveza boca abajo, ¿hay otra cosa que deba o no deba hacer? Sé que alardeé un poco, pero, en realidad, no tengo experiencia en cosas como esta.

—Bueno, no tienes de qué preocuparte. Estaré allí todo el tiempo y te cubriré la espalda. —Eso me hizo sonreír. Era muy dulce—. Ah, hay algo sobre lo que probablemente debería advertirte.

—¿Qué?

—El vicegobernador estará allí.

—¿Se supone que eso debería significar algo para mí?

Duke hizo una pausa.

—Bueno, debería. Todavía no lo ha anunciado, pero competirá contra mí en el cargo de gobernador en las próximas elecciones.

—Oh, no lo sabía.

—Sí. Y, aunque nadie más sabe esto, las encuestas muestran que, con el impulso adecuado, podría ser un desafío.

—Vale. ¿Y qué significa eso para mí?

—Significa que, en la fiesta, buscará cualquier cosa que pueda usar en mi contra. De hecho, fue en parte debido a lo que él dijo sobre los valores familiares que te pedí que me acompañaras. A los veinticuatro, cuando me postulé por primera vez, nadie esperaba que estuviera casado y tuviera una familia. A los treinta y cuatro, las expectativas han cambiado. Mis asesores me dicen que él buscará explotar eso en la campaña.

—Y me has invitado para…

—Eliminar esa vulnerabilidad.

—Ya veo… qué romántico —bromeé.

—¿Qué puedo decir? En el fondo soy un romántico.

Podía escuchar la sonrisa en su voz.

—Bueno, no te preocupes. Yo te cubro en ese aspecto. Te protegeré de esa vulnerabilidad. Pero debo preguntarte algo. Eres inteligente. Tienes poder. Algunas personas dicen que eres el tío más atractivo de todo el estado…

—¿La gente dice eso? ¿Está circulando ese rumor? —preguntó, sarcástico.

—Es lo que dice la gente. Entonces, ¿por qué sigues soltero?

—¿Mi madre te ha mandado a preguntarme esto? Porque esto empieza a sonar igual que cada vez que vuelvo a casa.

—Por supuesto que no. Y, cambiando de tema, tal vez deberías llamar a tu madre más a menudo. La gente dice que a ella le gustaría.

—¡Vaya! Esta conversación se está poniendo muy incómoda —dijo, en broma.

Me reí para asegurarme de que supiera que estaba bromeando.

—Pero, en serio, ¿por qué estás soltero? Los curiosos quieren saber.

—Hum, ¿quieren saber?

—Quieren saber.

Duke hizo una pausa.

—Tal vez sea por miedo —dijo, con una sinceridad impactante. Nunca me habría esperado esa respuesta.

—¿Miedo a qué? ¿Al compromiso?

—¿Al compromiso? No. ¿Sabes? Cuando te pasas toda la vida enfocado en un objetivo, tomar una decisión que podría arruinarlo todo se convierte en una amenaza que está siempre rondándote. ¿Qué pasa si escojo a alguien a quien los votantes no aprueben? Todo aquello por lo que trabajé podría desaparecer en un instante. No lo sé. Quizás me estoy sincerando demasiado.

—No, en absoluto. Y parece que es algo sobre lo que quieres hablar —le dije, con la esperanza de que continuara.

—Puede que así sea. He estado pensando mucho en esto últimamente. Cuando has estado involucrado en política durante tanto tiempo como yo, comienzas a dudar de los sacrificios que has hecho. —El teléfono se quedó en silencio, y luego Duke volvió a hablar en un tono mucho menos serio—. Bueno, basta de reflexiones. No sé quién eres ni cómo has logrado que hablara así, pero debes detenerte.

—No he hecho nada —le dije, tratando de que no notara la alegría que me generaba que pensara que tenía esa habilidad—. A lo mejor todo se debe a que sabes que puedes confiar en mí.

—Sí, tal vez sea eso. Es fácil hablar contigo.

—Y contigo también —le dije; esperaba que nuestra conversación continuara.

—Y, antes de que te confiese más secretos, debería volver a mi trabajo.

—El trabajo de la gente, querrás decir.

Duke rio entre dientes.

—Sí, tengo que volver al trabajo de la gente. Pero, si tienes más preguntas sobre el evento, ya sabes dónde encontrarme.

—Gracias. Sí. Y gracias por hacerme sentir mejor acerca de la fiesta.

—Gracias a ti por hacer esto por mí.

—Cuando quieras. Lo que sea por mi gobernador.

—Qué patriota —bromeó.

Me reí.

—Buenas noches —le dije, aunque deseaba que la conversación no tuviera que terminar.

—Buenas noches —dijo antes de finalizar la llamada.

Apoyé el teléfono mientras pensaba en lo que acababa de suceder. Nunca en mi vida había tenido una primera cita mejor. Sí, lo sabía. No había sido una cita. Y eso lo hacía aún más interesante. Nunca me había sentido más conectada con alguien que con Duke Bradon, mientras hablábamos sobre la cita falsa. ¿En qué posición dejaba eso a todos los tíos con los que había salido? ¿O acaso la conversación con Duke solo había sido una demostración de sus habilidades como político?

Si solo era él mostrando su capacidad para ganarse a alguien, Duke Bradon iba a ser el próximo presidente de los Estados Unidos. Pero ¿se podía ser tan bueno fingiendo sinceridad? Yo no lo creía.

Duke Bradon, el protagonista de mis fantasías eróticas, se había abierto conmigo de una manera que no creía que le sucediera con otra persona. Ahora yo pertenecía a su círculo cercano. Y, desde allí, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que me pidiera para ayudarlo a conseguir lo que quería.

¿Lo había elegido yo, o él me había puesto esa idea en la cabeza? No lo sabía y, lo que es más importante, no me importaba. Estaba enganchada a él antes de conocerlo. Ahora, manejaba mis hilos como si yo fuera una marioneta… y yo no tenía ningún problema con eso.

 

Los dos días siguientes, mientras esperaba que llegara nuestra falsa cita, se sintieron como una semana. Me sentía excitada y llena de energía. Comprar el vestido fue electrificante. A lo mejor había sido porque, al entregar la tarjeta de crédito de Duke al cajero, estaba esperando que me arrestaran por fraude.

Sin dudas, no me veía como alguien que se llamaba Duke Brandon. Pero no tuve ningún problema; la transacción de seiscientos dólares se realizó sin incidentes.

Así es. El vestido costó seiscientos dólares. ¿Por qué había pagado un vestido de seiscientos dólares con la tarjeta de crédito de un hombre al que acababa de conocer? Porque cuando le pregunté a Tilly, la encargada de su campaña, dónde podía conseguir un vestido elegante en la maravillosa Sacramento, California, me indicó un lugar donde un par de calcetines costaba cien dólares. Así que un vestido de ese precio era prácticamente una ganga.

Y Tilly tenía que saber por qué necesitaba el vestido. Sabía que era nueva en la ciudad y que me habían pedido que asistiera a la fiesta de Duke. Al parecer, eso era lo que valían las cosas. Y era, oficialmente, la prenda de vestir más costosa que tenía.

Cuando me lo probé y me miré al espejo, una lágrima resbaló por mi mejilla. No estaba acostumbrada a verme así. Incluso con mis curvas de más, parecía una princesa. Y esta princesa iba a tener un “duque” (o sea, un “Duke”) en lugar de un príncipe.

El día anterior al evento estaba tan feliz que compré algo que, quizás, no debería haber comprado. La verdad es que fue un poco tonto. Y no estaba segura de cómo se sentiría Duke acerca de que lo hubiera pagado con su tarjeta.

Comencé a dudar de la compra apenas salí de la tienda. No había forma de que a Duke no le molestara. Me había pasado de la raya y había traicionado la confianza que había depositado en mí. Sin embargo, me dirigí a mi casa para prepararme. No había vuelta atrás. No podía devolverlo y, de cualquier forma, él vería el cargo en su resumen de la tarjeta, así que, por lo menos, tenía que dárselo y esperar que las cosas salieran bien.

Me gustaría decir que me preparé con el mismo espíritu que para todas las otras citas falsas que había tenido, pero no fue así. Estaba muy nerviosa y, con cada segundo que pasaba, me ponía peor. Había algo que sabía que podía hacer y que iba a ayudarme a bajar los nervios, pero sabía que no debía. Pero, cuando mis manos empezaron a temblar tanto que no podía ni delinearme los ojos, no me quedó otra opción.

—Tal vez solo una copa de vino mientras me preparo —dije en voz alta, con la ilusión de que alguien me asegurara que era una buena idea. No llegó ninguna confirmación por parte de mi casa vacía, pero lo hice de todos modos.

Como la primera copa no me ayudó, me serví otra. Esa sí ayudó. Con el primer sorbo de la segunda copa, entré en un estado que solo podría describir como de mucha relajación. ¿Debería haber considerado que estaba tomando dos copas de vino con el estómago vacío? Quizá. Pero estaba demasiado calmada como para preocuparme por esos detalles. Y, con este nuevo estado mental, podía ver que el regalo que le había comprado a Duke era una de las mejores ideas en la historia del mundo.

Estaba terminando la segunda copa cuando sonó el teléfono y me apresuré a contestar.

——¿Gobernador Bradon? —pregunté, vibrando de emoción.

—Olive, estoy afuera —dijo, y se oyó un golpe en la puerta.

¡Joder! Duke Bradon estaba al otro lado de mi puerta. No podría decir cuántas de mis fantasías comenzaban así.

—Ya voy —dije, y me apresuré a abrir.

Era difícil describir lo que sentí cuando abrí la puerta. Pensé en esa sensación que tienes cuando llegas al orgasmo después de tener sexo duro y el tío saca la polla y te aprieta el coño con las grandes y cálidas manos. Bueno, verlo de pie en la entrada se sintió así. Ese hombre se veía increíble. Me estaba derritiendo como mantequilla bajo su calor abrumador.

No podía hablar. Entonces, cuando dijo: «¡Guau!» y me miró de arriba abajo, me convertí en un charco en el suelo.

—Te ves fantástica —continuó, para mi deleite.

—Gracias —le dije, al tiempo que hacía todo lo posible por mantenerme de pie—. Tú también te ves increíble.

—¿Qué? ¿Con este trapo viejo?

—Lo cual me recuerda algo. Tengo una cosa para ti. Entra.

Duke Bradon entró en mi casa y me dirigí a la cocina con prisa. Abrí la nevera, tomé el regalo y regresé.

—¿Qué es esto? —me preguntó mientras se lo daba.

—Un ramillete —le expliqué—. Para ti. Es una ocasión especial, y pensé que deberías verte especial. —Duke tomó el recipiente de plástico de mis manos y lo miró fijo. Se quedó sin habla hasta que estalló en una carcajada—. ¿Te gusta?

—¿Sabes? Nunca antes me habían regalado un ramillete. Ni siquiera sé si alguna vez me he puesto uno.

—Ya me lo imaginaba. Pero es tu día especial, así que pensé que te lo merecías. ¿Te gusta? —le volví a preguntar, entusiasmada.

Parecía confundido e intrigado por el objeto que sostenía.

—No estoy seguro de si esto es algo que mis votantes esperan que use —dijo, vacilante.

—Ese es exactamente el motivo por el que lo he comprado. Es tu cumpleaños. El día de hoy debería tratarse de lo que tú quieres y no de lo que otras personas esperan de ti. Mereces hacer al menos una cosa que sea solo para ti. Feliz cumpleaños, por cierto. Entonces, ¿te gusta?

 Duke miró la flor dentro de la caja. La miró durante tanto tiempo que estaba segura de que me iba a decir que no le gustaba. Estaba a punto de quitársela y decirle que había sido una idea estúpida, cuando me miró a los ojos y dijo:

—¡Me encanta! Puede que sea mi regalo de cumpleaños favorito.

Tan pronto como lo dijo, me invadió una oleada de calor. Dios, ¡qué bien me sentía! Estaba a punto de atribuírselo a mi elección de regalo, cuando di un paso hacia él y me tambaleé. Duke seguía mirando el ramillete, así que no me vio. Pero me di cuenta con eso de que estaba borracha.

¡Mierda! La noche en la que se suponía que debía comportarme bien… la noche en la que se suponía que debía representar a la persona a la que admiraba más que nadie, y ya estaba borracha. ¿Estaba tratando de arruinarlo todo, incluida mi nueva carrera?

—¿Me puedes ayudar con esto? —preguntó Duke, al tiempo que sacaba la flor de la caja.

Hice un gran esfuerzo para recomponerme mientras me acercaba a ese hermoso hombre. Desprendió el alfiler y me dio la flor. La tomé y me acerqué a unos pocos centímetros de él. Percibí el calor de su cuerpo y pude sentir su perfume. El aroma era como de almendras dulces.

Escogí un lado y, despacio, deslicé una mano por debajo de la solapa de la chaqueta del esmoquin. Podía sentir su pecho contra el dorso de mi mano. Se notaba que todavía hacía ejercicio. Podría haberme quedado así, tocándolo para siempre; pero, antes de darme cuenta, el ramillete estaba en su lugar y no había razón para que mi mano permaneciera allí.

—¿Cómo se ve? ¿Qué te parece?

Duke miró detrás de mí y vio un espejo en la pared de la sala. Se acomodó frente a él y miró su reflejo fijamente. Como no decía nada, me acerqué detrás de él y me coloqué a su lado. A través del reflejo, pude ver cómo Duke me sonreía:

—Es perfecto —dijo.

De acuerdo, sus palabras podrían haber querido decir muchas cosas. Después de todo, me estaba mirando a mí cuando lo dijo. ¿Estaba coqueteando? Yo quería desesperadamente que fuera así. Pero no había bebido tanto como para olvidar cuál era el propósito de la noche. Yo estaba allí para fingir ser su cita. Eso significaba que, incluso si estaba coqueteando, no podía hacer nada al respecto. No esa noche.

—Sí, perfecto —le dije. Le estaba coqueteando porque era débil y no podía evitarlo.

—Entonces, ¿vamos?

Eché una mirada rápida a la cocina. Si me quedaba algo de sentido común, debía tomar algo para comer en el camino. El vino me golpeaba más fuerte con cada segundo que pasaba. A ese ritmo, estaría completamente borracha cuando llegara a la fiesta. Nadie quería eso. Estaba a punto de mencionarlo, cuando sonó el teléfono de Duke. Lo sacó y miró la pantalla.

—Se están inquietando. Tenemos que partir. ¿Vamos? —me dijo, y me ofreció el brazo.

¿Cómo podía rechazar eso? Al sentir la lana suave de su chaqueta contra mi piel, cedí a que esa noche pasara lo que tuviera que pasar.

—¿Te he dicho ya lo hermosa que te ves? —preguntó nuevamente una vez que estuvimos en la limusina.

—Gracias. Tú también —respondí, sin darme cuenta de lo que decía—. Quiero decir, te ves muy guapo. Tienes el premio al gobernador más sexy de los Estados Unidos.

—¿Existe ese concurso? —me preguntó Duke, con sinceridad.

—No lo sé. Pero, si existiera, estoy segura de que lo ganarías.

¿Estaba coqueteando de nuevo? ¡Mierda!

—Bueno, gracias. ¿Debería postularme al de presidente más sexy de los Estados Unidos?

—¿Estás pensando en postularte para presidente? —le pregunté, mientras sentía que me acercaba cada vez más a su círculo íntimo.

—Tal vez —dijo, sonriendo con reserva—. ¿Tú qué opinas? ¿Votarías por mí?

—¡Por supuesto! Serías un presidente increíble.

—Gracias. Pero todavía queda un largo camino por recorrer.

—No tan largo. ¿No tienes que tener treinta y cinco para postularte? Hoy cumples esa edad.

—Sí, pero eso no es todo. Para tener más oportunidades de ganar, tengo que ser gobernador en funciones. Desde el 1900, el cincuenta por ciento de los presidentes han sido gobernadores. Y las posibilidades de ganar son más altas cuando estás en el cargo. Eso significa que, si quiero postularme para presidente, tengo que ganar la próxima elección para gobernador. Luego, si gano, prestaré juramento al inicio de la campaña presidencial. ¿Qué mejor momento para anunciar una candidatura presidencial que después de una gran victoria?

—Joder, sí que has pensado en esto.

—Llevo veintiocho años pensando en esto.

—¿Desde que tenías siete?

—Así es.

—A esa edad, lo único en lo que pensaba era en qué hacían Ken y Barbie cuando los dejaba solos en la casa de muñecas.

Duke rio.

—Ambos asuntos son igual de importantes.

—Creo que sí.

—¿Alguna vez lo descubriste? —me preguntó Duke, juguetón.

—Sí. Me quedó bastante claro cuando me di cuenta de que los genitales eran esenciales para la tarea y Ken no los tenía. Lamentablemente, Barbie se fue de la casa poco después.

—Oh, no.

—Sí. Pero Brad se mudó con él.

—¿Quién es Brad?

—Brad era el único amigo negro de Ken. Tampoco tenía genitales, pero las cosas funcionaban entre ellos de todos modos. Fue un escándalo en el vecindario de Barbie.

Me volví hacia Duke a la espera de su respuesta. Pensé que había sido muy graciosa, pero Duke no dijo nada. ¿Me había pasado de la raya? No lo creía, pero apenas podía enfocar la vista. Probablemente, lo que tenía que hacer era dejar de hablar. Sin duda, Duke creyó que eso era lo mejor, porque no dijo una palabra más hasta que nos detuvimos frente al lugar.

El cumpleaños de Duke resultó ser, literalmente, un evento de alfombra roja. Hasta había una fila de fotógrafos. En un momento así, estaba segura de que tenía que mantener la boca cerrada. Lo último que quería era decir algo estúpido y arruinar las posibilidades de Duke de convertirse en presidente. Prefería morir antes que eso.

—Hemos llegado —dijo Duke, mirando por la ventanilla—. ¿Estás lista?

Como no escuchó una respuesta, Duke se volvió hacia mí. Asentí con la cabeza. No iba a decir otra palabra.

—¿Te encuentras bien?

Vamos a ver: estaba borracha, muy cachonda con mi jefe y no paraba de meter la pata, así que no. No me encontraba bien. Pero, de todos modos, dije que sí con la cabeza.

—Vale. Hagámoslo, entonces. Aquí vamos —dijo, antes de abrir la puerta y meterse en el mar de flashes.

Al ver todo eso, me sentí abrumada. No había contado con algo así. Él había dicho que sería una fiesta. Para mí, eso significaba unas pocas personas de pie, vestidas de traje, que tomaban canapés de las bandejas de los camareros. No esperaba eso. Parecía un evento de Hollywood. ¿Cómo era posible? Estábamos en Sacramento. Era la cloaca de California.

Mientras pensaba en las excusas que podía usar para escaparme, la puerta del coche se abrió, sellando mi destino. El chófer se inclinó para ofrecerme la mano. Yo llevaba un vestido ajustado y tacones altos, así que al menos no me caería de bruces al salir del vehículo. Luego, cuando estuve de pie, a salvo, y la puerta se cerró detrás de mí, me volví hacia las cámaras, agobiada por todo lo que veía.

—Olive —dijo Duke, llamando mi atención.

Lo miré y, con una sonrisa radiante, volvió a ofrecerme el brazo. Rápidamente, me ubiqué a su lado. Tenía la esperanza de poder esconderme entre sus brazos, pero, una vez que estuve junto a él, los flashes de las cámaras aumentaron su intensidad.

Vale, esto era matar o morir. O la situación iba a pasarme por encima, o yo iba a estar a la altura. Mi mamá me había enseñado a no tenerle miedo a nada ni a nadie. De ninguna manera iba a comenzar a tenerlo en ese momento.